ZARAGOZA | El Real Zaragoza se quedó a un dedo de vencer. La última jugada, que exigió la revisión, fue el fiel reflejo de un equipo que parece maldito, que intenta espantar el descenso, que quiere ganar pero no sabe hacerlo. Lo buscó más, lo probó con mayor voluntad, pero se encontró con la pared del empate, con su propia empalizada. Le ganó a la SD Huesca en cantidad, pero perdió en calidad, especialmente en un perfil que siempre fue su mayor debilidad. En ese lado voló Gerard Valentín y se desarmó el Zaragoza. Arrodillado Calero, Kortajarena terminó lo que Valentín había empezado.
El Real Zaragoza se aferró a Kervin Arriaga, jerarca del partido, líder de todas las batallas. En un partido emocional, mostró su carácter, un fútbol que cobra sentido en los duelos. Los ganó en todas partes, también en el área, con un remate tan poco ortodoxo como eficaz. Ese fue el momento del Zaragoza, que tocó y tocó hasta que Valentín echó a volar. A Calero le ganó el duelo individual con una increíble facilidad. La suerte no fue distinta con Tasende, pero puestos a defender mal, quizá es mejor jugar con los que sí que saben atacar.
El Real Zaragoza, a un paso
Tuvo tranquilidad el Huesca y un punto de ansiedad el Zaragoza, mucho menos contento con el empate. Tasende, Guti, Francho y Toni Moya bordearon el gol. Lo negó Juan Pérez en un par de tentativas y lo evitó mejor que nadie el larguero y el bote que llegó más tarde. Fue en la última jugada, en el mejor reflejo de un equipo maldigo. En pleno descuento, el Zaragoza lo intentó con más corazón que cabeza. De zurda, Toni Moya golpeó y se topó con el larguero. En otro campo, sin brujerías vigentes, el gol habría entrado. En La Romareda, a tres partidos de despedirse, el larguero y el césped escupieron el golpeo.
El Real Zaragoza se quedó a tres centímetros del triunfo. Y eso puede ser mucho. Y también nada.