ZARAGOZA | Adu Ares cambió el partido del Real Zaragoza ante el Racing de Ferrol. Fue el verso libre, un solista imprescindible. En un equipo plagado de defectos, abrumado por la clasificación y los miedos, Ares jugó sin mirar el reloj, sin que le temblaran las piernas. En el minuto 51, cuando solo llevaba seis sobre el césped, logró marcar el tanto que siempre ha anunciado. De izquierda a derecha encadenó dos regates, hasta lograr que los defensores se chocaran entre sí. El fútbol se pareció a los bolos por un segundo. Con el panorama ya limpio, Ares ajustó su disparo a gol. Lo celebró el Real Zaragoza en un partido para olvidar y que Adu Ares no olvidará nunca.
La temporada de Adu Ares puede contarse desde todas las secciones de los periódicos. Cabe un resumen en una sola frase: ha sido muchas en una sola. Extremo en el sentido más literal de la palabra, su juego se prestó a la controversia. También su lenguaje corporal. Técnicamente distinto, siempre se sintió un incomprendido, un futbolista que actuaba por su cuenta. Hizo su partido y no ganó siempre, hasta que Gabi Fernández le recuperó para el tramo definitivo. En este punto de la temporada, con el descenso cada vez más cerca, Adu Ares ha jugado sus mejores encuentros. Y ha parecido más implicado que nunca.
Adu Ares, un futbolista diferente
Ligero, ágil y liviano, su forma de jugar y de expresarse no siempre le favoreció. Dueño de trucos y recursos diferentes, pero anímicamente frágil, resultó sencillo confundir su conducta. De la indolencia a la insolencia solo hay un paso. Y una letra. Las dos nociones resumieron su temporada: lo bueno y lo malo. En algún punto, especialmente en una imagen en Almería, pareció actuar como si la historia no fuera con él. En los partidos de la verdad ha mostrado una insolencia especial, un descaro diferente, la seguridad de que podía mejorar la historia con su diestra.
Lo hizo ante el Racing de Ferrol en una segunda parte gris del colectivo, que él mejoró por la vía individual. Marcó y encaró siempre. Administró el tiempo, ganó terreno y fabricó goles que no supieron marcar los otros. Su último tramo demuestra que en sus pies hay un gran potencial, especialmente si está centrado, si encuentra un contexto amable y un entrenador que le entienda. Ante el Racing de Ferrol supo simplificar el fútbol y ser una ecuación simple, el mejor atajo de un mal Zaragoza. Cómodo desde el banquillo, las primeras acciones le sonrieron y Ares le puso la firma a una jugada que siempre tuvo registrada.
Adu Ares regateó al miedo y la agonía. Y cambió su historia y la del Real Zaragoza en A Malata.