La cita es este sábado a las 20.30, en La Albericia. El balonmano siempre ha sido un algo más en Cantabria. La crisis pasó factura y ahora al Sinfin le toca rehabilitarlo. Es una pista con historia, con sabor a tardes/noches de gloria. “Es nuestro templo. No se entiende el balonmano sin La Albericia. Los que somos más viejos hemos vivido momentos históricos”, dice Álvarez, y desempolva recuerdos: “Cuando se ganó la primera Recopa en el 90 fui con mi padre, habría unas 4.000 personas en el pabellón y el aforo era de 2.800. Al acabar el partido, la ciudad se colapsó con los coches pitando y sacando banderas por las ventanas. Fue increíble, similar a cuando en fútbol se ganó el mundial”.
Con una base así de sólida y tras ocho años sin Asobal, el balonmano vuelve a latir por las calles de la capital cántabra. “La gente se ha vuelto a enganchar y nos están apoyando mucho en estas primeras jornadas. Además, hay un muy buen trabajo en categorías base tanto del Sinfin como de otros muchos clubes de Cantabria, así que yo creo que podemos ser optimistas de cara al futuro”, asegura.
El central es consciente de que el partido contra su exequipo será especial, pero reconoce que lo será más aún cuando juegue en Huesca. Fueron tres temporadas sobre el 40×20 del Palacio de los Deportes donde muchas veces bordó el juego, siempre en ataque. Cuenta que el ascenso fue el mejor sabor que le dejó de su paso deportivo por Huesca y eso que “los días previos a la fase de ascenso casi ni comí. La noche previa al primer partido dormí fatal y al mediodía me hice un arroz y solo le pegue dos bocados. Tenía un nudo en el estómago y llegué a jugar medio desnutrido”, recuerda. Además, se queda “con tres años en los que conseguimos grandes cosas, donde hice buenos amigos y en una ciudad que vive tanto el balonmano”.
Amigos y espinas
De los jugadores que consiguieron el ascenso a la Asobal y donde Álex Álvarez era uno de los jefes junto a Raúl Bartolomé tan solo quedan en el actual vestuario los dos Marco –Mira y Escribano-. Al primera línea, cántabro como el central, le une una gran amistad, aunque ve difícil que se puedan encontrar en el Sinfín. “Marco sabe que aquí tiene su casa y que siempre sería bien recibido, pero ya ha echado raíces en Huesca y será complicado que se mueva”, desliza. Y cómo no, la amistad forjada con Bartolomé y el que fuera también capitán del BM Huesca, Javier Ancizu, sigue inquebrantable con el paso de los años.
La espina que tiene clavada de esos años en Huesa fue la de no despedirse de la afición como hubiera querido. Y lo dice sin equívoco alguno, al estilo Mourinho: “¿Qué borraría de mi paso por Huesca? La forma en la que me tuve que ir”.
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