La París-Roubaix, también conocida como El Infierno del Norte, no es una prueba muy dada a cambios significativos, ni los necesita. Es la reina de las clásicas, así que para que cambiar lo que funciona, para que cambiar lo que la historia ha ido moldeando. Por delante tiene un horizonte sin cambio de reinado. Su grandeza deriva de los 55 kilómetros de pavés, repartidos en 29 sectores, algunos de ellos algo maltrechos, diseminados principalmente a lo largo de la segunda mitad de una prueba que llega a los 257 kilómetros en total. De perfil muy plano, son los sectores de pavés cinco estrellas (Arenberg, Mons-En-Pévèle y Carrefour de l’Arbre) los que suelen romper la carrera. Antes de ellos hay una batalla por entrar bien colocados, pero es sobre sus adoquines cuando los especialistas realmente suelen avivar el ritmo para estirar el pelotón. Tensión, nervios y traqueteo. Al final la cadena se rompe por el eslabón más débil, y en Roubaix siempre hay uno, o varios. Y si no son las numerosas caídas, aún en seco, como va a ser este domingo. Es la París-Roubaix, así de simple y así de bella.
Arcas será protagonista para el aficionado oscense, pero los focos de esta edición inevitablemente iluminarán a un mito del ciclismo que se retirará en el velódromo de Roubaix. El belga Tom Boonen, ganador de la prueba en cuatro ocasiones, ha elegido esta fecha para poner punto final a una dilatada y exitosa carrera, la de uno de los mayores especialista sobre el pavés en la historia del ciclismo tal y como demuestran sus tres Tour de Flandes y sus cuatro París-Roubaix, entre otras muchas victorias. Pero quiere más, ser el único ciclista de la historia con cinco triunfos en el velódromo de Roubaix. Pasar de gran campeón a leyenda.
No lo tendrá fácil pese a contar con la inestimable ayuda del potente Quick Step. En frente, o mejor dicho, a rueda, dado el cartel de favorito que se ha colgado el propio Tommeke, estarán Peter Sagan y Greg Van Avermaet, sin olvidar al joven Oliver Naesen. O lo que es lo mismo, el campeón del mundo y tres belgas, una historia mil veces repetida. Apostar por un ganador en Roubaix es muy complicado, son muchas las adversidades que pueden darse pero el deseo general es el de una victoria de Tom Boonen, igual por el morbo de vivir la historia en directo, pero el deseo general en la provincia es el de ver entrar a Jorge Arcas por el velódromo de Roubaix. Eso en una semana, la que va de Flandes a Roubaix, en la que acumulará en sus piernas unos 1500 kilómetros. Suerte.