El Real Zaragoza lleva cuatro partidos sin perder. Esto no es opinión. Fran Escribá llegó hace justamente un mes al banquillo blanquillo sustituyendo a Juan Carlos Carcedo. Desde el cambio de mando, el Zaragoza no ha caído en Liga -sí lo hizo en Copa, frente al Diocesano-. Tres empates y una victoria es su bagaje liguero actual. Y una cosa queda clara: el cuadro aragonés apenas gana pero no pierde. El cambio de sistema y la inclusión de algunas piezas han dotado al equipo de cierta solidez. Ahora, la prueba de fuego para el Zaragoza: el derbi ante el Huesca. Una oportunidad idónea para volver a respirar.
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El modelo, por su parte, no dista demasiado del de su vecino del norte. Al Zaragoza se le da mejor contraatacar que atacar, aunque sufre atrás. Y mucho. Sobre todo, en su defensa del área. Ni la zaga ni el meta otorgan demasiado confianza. Ratón, titular desde la lesión de Cristian Álvarez, las pasa moradas en los balones parados. Pero con balón tiene algún que otro registro. El incombustible Zapater siempre consigue dar el callo y atacantes como Bermejo o Simeone son las grandes bazas mañas en el ataque.
Bermejo y Simeone llevan dos asistencias cada uno y, si el primero destaca por la movilidad y por saber cómo compenetrarse en la última línea ofensiva, el segundo es la potencia hecha carne. El hijo del ‘Cholo’ es el pichichi blanquillo y el que más remata de su equipo. Es la máxima expresión de un Zaragoza que está volviendo a arrancar, asentado en un 4-4-2 y que mantiene a Francho Serrano para darle ese toque de esperanza para resurgir.
Estas piezas las principales piezas que pueden poner en apuros al Huesca de Ziganda. Lo que es seguro es que ambos conjuntos, que comparten campeonato desde hace poco y menos, suspiran por los famosos 50 puntos. Y visto el curso pasado no es ninguna novedad. Luego, ya verán. Pero, primero, el derbi. Porque ganar un derbi es el mejor chute de confianza que existe.