ZARAGOZA | El Real Zaragoza disputó ante la SD Huesca el último de sus amistosos de pretemporada. Si bien todos los encuentros de preparación se explican a través de la victoria, ante el conjunto oscense el Real Zaragoza ofreció una doble versión, las dos caras de la moneda. Capaz de desplegar un fútbol rápido y vistoso, mostró también una imagen apática, propia quizá de la elevada carga de trabajo que todos los futbolistas llevan en sus piernas.
La primera mitad de los de Gabi se tradujo en la aplicación de un principio básico, el de la verticalidad. El equilibrio entre los dos equipos fue el denominador común de los primeros compases, pero la balanza se comenzó a inclinar hacia el lado oscense tan solo diez minutos después del pitido inicial. En una acción quizá evitable, un autogol de Juan Sebastián puso por delante a los de Guilló. A partir de ese momento, el Real Zaragoza instauró una imagen mucho más reconocible, dominando al Huesca a través del balón.
La respuesta zaragocista fue casi inmediata. El debutante Paulino recogió un pase de Raúl Guti, se movió en una baldosa y disparó con su pierna menos hábil. Una vez regresaron las tablas al luminoso, el relato cambió por completo. Los primeros indicios de superioridad se convirtieron en un dominio casi absoluto por parte de los locales, que desplegaron un fútbol dinámico, acertado en los tiempos, quizá el mejor hasta la fecha.
Sin embargo, la segunda mitad descubrió una tendencia casi opuesta. El cuadro blanquillo se fue difuminando sobre el verde, incapaz de aportar ese punto de velocidad que tanto peligro crea. El encuentro fue desvirtuándose a raíz de la tensión. Diego Aznar fue expulsado, generando una superioridad que el Real Zaragoza no supo aprovechar. Encogió los hombros y bajó la cabeza, como si el partido ya no tuviese ningún aliciente, como si ya hubiese finalizado. Con las revoluciones casi al mínimo, el colegiado señaló el final, dejando que el punto fatídico dictase sentencia.
Todo por decidir
Desde los once metros, un héroe apareció. Obón detuvo el primero, Guti falló su lanzamiento y Ro mandó a las nubes un disparo opacado por el fuerte ruido de la infraestructura del Ibercaja Estadio. La última bala la disparó Samed Bazdar, que no falló ante los suyos. Con una ejecución tan precisa como potente, el bosnio decidió el Memorial Carlos Lapetra, certificó el pleno de victorias en la pretemporada y evidenció un fútbol dual, una doble cara.