ZARAGOZA | El viernes sigue siendo el día más especial en el verano del Real Zaragoza. El club ha hecho oficial la salida de Carlos Nieto, que abandona el club de su vida, justo cuando cumplía 18 años en La Ciudad Deportiva. Discreto y sacrificado, su compromiso siempre ha sido modélico y ejemplar. A él le acompaña una etiqueta que se asocia habitualmente a los modestos: “nunca un mal gesto”. Y le define otro sintagma: “puro zaragocismo”.
La vida de Nieto en La Romareda ha sido muchas. O casi todas. Se comió el mundo en su irrupción con Víctor y dudó de sí mismo luego, hasta no disfrutar del juego. Voló y tropezó, para levantarse con Fran Escribá y silenciar a todos aquellos que le daban por perdido. Había recuperado la confianza, la fe en sí mismo y una exuberancia física que siempre le acompañó. Había conseguido cambiar una voz que con él siempre pareció especialmente crítica. En ese punto, el 9 de septiembre de 2023, una durísima lesión muscular le cambió el paso.
Nieto volvió pero no se pareció a sí mismo. Y se fue despidiendo poco a poco, despacio, con el mismo silencio con el que alcanzó la élite. La suerte le daba la espalda, pero él solo sabía mirar de frente al fútbol. Ya sabía entonces que su final estaba definido, que no había más Nieto en el único sitio en el que lo ha habido. Sus 152 partidos impresionan, pero no le hacen justicia a una carrera que nunca se entenderá sin el Real Zaragoza. Tampoco se explicarán los últimos años sin el lugar de Carlos Nieto, que representó mejor que nadie el valor esencial de los modestos.
El Zaragoza empieza por la puerta de atrás y el siguiente paso ha quedado escrito en el cuarto viernes del mes. Hay tanta lógica como pena en la salida de Carlos Nieto. Y también deja un resumen cruel: el club tendrá una ficha más en su proyecto y un zaragocista menos en su plantilla.