ZARAGOZA | El adiós de Pablo Cortés ya es definitivo. El acuerdo se ha cerrado esta misma mañana y no tardará en ser oficial. Se sabrá al mismo tiempo su próximo destino, en un movimiento que también será contado en estas páginas. Cortés abandona el equipo de su vida, su sueño de siempre. Lo hace 12 años después de llegar a La Ciudad Deportiva, después de haber luchado contra la lógica una pretemporada más. Su marcha parece dolorosa para todos los que creyeron en su promoción, para los que entendieron que su zurda estaba llena de promesas.
Pablo Cortés llegó al Zaragoza procedente del Actur Pablo Iglesias. Cumplía una voluntad de siempre. Siempre siguió al pie de la letra un concepto: zaragocista desde la cuna. Su infancia son recuerdos de un estadio, de un acontecimiento familiar que se repetía cada dos domingos. Basta revisar una pared del pabellón de su pueblo, en Torrijo de la Cañada, para comprobarlo. En esa frontón se conserva una pintada que lleva su nombre. Allí dejó escritas las dos palabras que guiaron su vida: Real Zaragoza.
Una renovación y otra pretemporada
Cortés cumplió en Los Ángeles de San Rafael su tercera pretemporada en el primer equipo. Solo un año después de haber firmado la renovación de su contrato. Él creyó que esa prolongación le daría un lugar en el Real Zaragoza del futuro. No fue así. Todo lo contrario. Desde su extensión no participó en un solo entrenamiento con el primer equipo. Ni siquiera en los de readaptación, en los que la veda siempre se abre para más canteranos. Planeó una sombra, vinculada a su agencia de representación, una sospecha indemostrable y en la que casi es mejor no creer.
Solo un año después de su debut en Butarque, dejó de ser el niño bonito de la cantera. Perdió protagonismo en el filial y no encajó bien las suplencias. En su situación en el Deportivo Aragón no hay suspicacias. Emilio Larraz no suele atender a las decisiones políticas, cree en la ética de trabajo y en la funcionalidad de sus equipos. Si hubo alguna injusticia con Pablo Cortés respondió más al tiempo compartido. Como aquellos padres que son demasiado estrictos con sus hijos y especialmente dóciles con los hijos de los demás.
Pablo Cortés, un año complejo
Indiscutible hasta entonces, Cortés no toleró bien ese segundo plano. Le pudo generar frustración estar tan lejos de todo, justo un año después de haber debutado con el equipo de su vida. Le costó entender que entonces ya no valía de mucho el “Pablito” de JIM o el “me encanta Pablo Cortés” de Víctor Fernández. Le costó asimilar que solo el trabajo podía salvarle. Cuando lo comprendió, logró ser importante en la permanencia del filial, un factor diferencial en todas las segundas partes. Al acabar la temporada, trabajó de manera individual, con dobles sesiones diarias. Ya entonces pensaba en su salida, pero el fútbol le reservó una última oportunidad en Zaragoza.
Al menos eso creyó entonces. Quizá pensó que podría cambiar un imposible. Escuchó la llamada de Gabi y cumplió su tercera pretemporada, la primera en Los Ángeles de San Rafael. Como siempre había hecho, apostó por el Zaragoza. Perdió. Entrenó como nunca, pero no llegó a jugar un solo partido. Un día antes de iniciar la concentración de Benasque, el club hizo una lista con los elegidos. Pablo Cortés no estaba entre ellos. Y nunca escuchó muchas más explicaciones.
Una bonita despedida
Desde ese momento, el 10 del filial recuperó una idea: trazar la rescisión de su contrato. No era la primera vez que se despedía de La Ciudad Deportiva. Unos meses antes, jugó su último encuentro allí ante el Teruel. Entonces ya creyó que su final estaba escrito. Recorrió cada metro del césped como si quisiera decirle adiós a todo. Al acabar el partido, repartió abrazos en la grada. Se emocionó ante las lágrimas de toda su familia y tuvo tiempo para despedirse de los amigos que el fútbol le había dado.
De camino a los vestuarios, junto a unos ladrillos inconfundibles, se encontró con Emilio Larraz. Cortés aún guardaba los restos de unas lágrimas y le invadieron las siguientes. Los dos se fundieron en un abrazo que duró más de un minuto. El técnico cerró ese momento con una frase: “Te quiero mucho. Todo te va a ir muy bien”.
Esa fue la despedida más real de Pablo Cortés. La última ocasión en la que defendió las dos palabras que han marcado su vida: Real Zaragoza. Exactamente las mismas que hoy tiene que dejar atrás.