ZARAGOZA | Difícil no significa imposible. Puede ser incómodo, exigente, incluso rozar lo utópico. Pero cuando un grupo cree de verdad, el deporte se convierte en escenario de milagros posibles. Así lo ha demostrado el equipo femenino del Stadium Casablanca, que ha logrado el ascenso a Liga Femenina 2 (tercera categoría nacional) con el coraje de quien sabe que los sueños, si se trabajan, se cumplen. Y lo han hecho con jugadoras de la casa, con talento aragonés y una plantilla nacida en el propio club. No ha sido fruto de un golpe de suerte, sino del trabajo paciente y bien hecho durante mucho tiempo. Ahora, con el objetivo deportivo cumplido, el club se enfrenta a otro reto: reunir el presupuesto necesario para competir en la categoría, con la búsqueda de patrocinios como prioridad urgente.
Manu Pérez, coordinador de Baloncesto en el club, se muestra orgulloso del camino recorrido y del significado que tiene este ascenso para toda la entidad: «Realmente han conseguido algo histórico, al final han devuelto al conjunto aragonés donde debe estar. Para nosotros es como volver a recuperar una ilusión de lo que ha sido siempre el Stadium y lo que puede llegar a ser», resume el dirigente, que nunca dudó del talento de las suyas. «Desde el minuto cero que las empecé a ver trabajar, vi que existía ese bloque, incluso más potente y sólido que otros años. Además había mucho fondo de armario y nunca bajaba el nivel entrara quien entrara», añade.
De igual manera, Francho Pérez, delegado de la sección, destaca la trayectoria sólida y progresiva del grupo, que lleva ya innumerables temporadas compitiendo juntas y a las órdenes de Sergio Nicuesa, el coach. “El primer año pierden la final de Nacional, el segundo la ganan pero no ascienden en Granada, y este tercero parece inmaculado, salvo el error de Olivar, que luego lo subsanaron fenomenalmente”, explica.
Tras lograr el meteórico ascenso en las pistas, ahora toca costeárselo en los despachos. Y es que subir de categoría siempre significa mayores costes y el club está inmerso ahora en la búsqueda de patrocinios para poder costear jugar en la división de bronce. «Nuestro primer objetivo es hacer el equipo viable y para eso tenemos que conseguir una financiación porque ya es una categoría nacional, hay muchos viajes y ahora estamos en esa película. No queremos ser un equipo ascensor. La idea es llegar y, como en otras etapas, convertirnos en un equipo referente en Liga Femenina 2″, responde Pérez.

Asimismo, el coordinador afirma que «en su momento fuimos muy generosos, ahora es un momento de que todo eso se refleje”. El Stadium Casablanca está trabajando muy intensamente, hay centenares de contactos para conseguir el apoyo para este equipo, lo mismo con instituciones y federaciones. “Ahora se está sembrando, pero en pocos días veremos qué podemos recoger. Sería una lástima no conseguirlo, porque además creemos que el proyecto salga adelante es lo que desea la comunidad del baloncesto aragonés”, constata Manu. El balón ahora está en otro tejado: el de quienes deben apostar por un proyecto que ya ha demostrado su valor.
La gestación de un hito
Si uno echa la vista atrás, se dará cuenta de que este ascenso no fue una tarea sencilla. Todo empezó con el primer puesto en Liga regular y los playoffs, en los que, tras sufrir en el primer partido de cuartos ante El Olivar, todo acabó yendo como la seda, venciendo los dos siguientes, y haciendo lo propio en las semifinales -ya solo a un partido- ante CB Cuarte de Huerva y CN Helios. «Creo que perder el primer partido del playoff fue un choque de realidad. Quizá íbamos confiadas, porque al final se enfrentaban primeras contra octavas. Lo normal era que ganáramos… pues no«, reflexiona Sara Cilleros, pívot del equipo, que admite que ese primer traspiés «nos hizo crecer como equipo, saber perder y demostrar que podemos ganar jugando bien y como equipo. Y eso es lo que hicimos. Quizá hasta nos vino bien caer».
Con todo ello, las aragonesas dieron el gran salto, viajaron a Manresa y se enfrentaron a una fase de ascenso en la que compitieron mejor que nadie, pero también tuvieron tiempo para pasar unos buenos días. «Lo vivimos como un premio, porque es algo que no se vive todos los días y nos lo habíamos ganado. La idea era disfrutar cada día y cada momento. Yo no notaba ni nervios ni nada», afirma Laura Giménez. De igual forma, Irene Rubio explica cuál fue su mentalidad en este contexto: «Fuimos partido a partido», gracias en gran parte «a nuestro fisioterapeuta Juan Toledo nos ayudó mucho al igual que a lo largo de toda la temporada. Siempre teníamos a nuestra disposición baños de hielo, fisioterapia, sesiones y eso te ayudaba a recuperarte, porque al final era un partido cada día», amplía.
El grupo demostró durante toda la fase que no solamente funcionó en la pista, sino también fuera de ella. De hecho, Anai Jiménez, una de las jugadoras, no pudo participar en este curso al lesionarse dos veces del hombro, y aunque vivió este ascenso de forma distinta, no dejó de ser especial: «Me tocó ver este curso desde fuera. Siempre las apoyé«, comenta, para que después su compañera reafirmen que «somos una familia, su lesión fue incentivo y al resto nos motivo más. Era la sensación de decir: lo hacemos por ella«, comentan el resto.

El desafío final: Manresa
Y llegó el gran día, las de Nicuesa se midieron en el primer choque al Isla Bonita canario en un partido difícilmente más ajustado, en el que acabaron ganando las aragonesas por la mínima (63-61). «Creo que nos vino bien tenerlas de primer rival y tratarlas de tú a tú. Al final son jugadoras que cobran por jugar y eso se nota, ya que tienen una dinámica totalmente profesional. La clave estuvo en que fuimos un equipo. Sacamos la mejor versión de cada una, no había visto un partido en el que fuéramos más equipo que ante Isla e hicimos un último cuarto espectacular, igual fueron cinco triples consecutivos. La sensación al terminar era de que se nos podía poner delante quien fuera», comenta Sara, que afirma que en el segundo partido, ante Universidad Deusto Loyola (53-48), «no salimos muy concentradas y lo ganamos desde la defensa».
Sin más dilación, llegó la gran final. El rival no era sencillo, pues El Pilar UPV no iba a dejar que el ascenso fuera coser y cantar, pero las aragonesas tiraron de épica y acabaron llevándose el gato al agua por 66-53. Cuando el luminoso llegó a su fin en el último cuarto, las lágrimas de felicidad, la épica, la alegría y la satisfacción inundaron el parqué del Nou Congost. «A falta de un minuto ya estábamos llorando. No te podías creer lo que habíamos conseguido, encima en el pabellón en el que juegan los profesionales, fue lo más», dicen todas prácticamente al unísono, haciendo Laura una reflexión: «Nos lo merecíamos, es el sitio natural del Stadium. Quién sabe si llegará a más o no, se verá, pero por supuesto que descender no es el objetivo para el siguiente curso», remató entre risas.
Así, cuando uno les pregunta cómo definirían la temporada en una palabra resuenan términos como «ilusión; un sueño; constancia y esfuerzo, o dura y divertida». Un curso para el recuerdo, un curso para volver a poner al Stadium en el lugar histórico que le corresponde. Un año que no solo se recordará por lo que se ganó, sino por cómo se hizo.

Un caldo de cultivo muy prometedor en el Stadium Casablanca
Manu no duda al hablar del impacto de este equipo. “Ver sus partidos era un espectáculo. No ibas solo porque fueran ellas, sino porque disfrutabas de verdad. Había ritmo, nivel, carácter… era baloncesto del bueno». Para él, esta promoción ha devuelto algo más que una plaza en LF 2: ha recuperado una conexión profunda con la base. Muchas de las jugadoras son entrenadoras de la institución y referentes para las niñas que las ven desde la grada. “Esa ilusión, esa magia de venir al pabellón y decir: yo quiero ser como ella, es lo que hay que volver a encender«. Aunque sabe que la categoría está llena de equipos con presupuestos muy superiores, se rinde ante lo que este grupo ha conseguido: “Se han merendado a jugadoras que cobran por jugar. Y eso tiene un mérito incalculable”.
Para Francho, este logro trasciende lo deportivo. “El primer ascenso del Stadium a categoría nacional fue en 1972. Desde que tengo uso de razón, el Stadium Casablanca ha respirado baloncesto en Liga 2. Es nuestro hábitat natural”. Y esa esencia también la siente Laura, jugadora del equipo, que creció viviendo esa atmósfera de pasión colectiva: “Recuerdo los domingos en los que jugaba el equipo de Liga 2 y todo el club estaba allí. Se respiraba cantera, sentimiento, pertenencia». Ahora, ellas han vuelto a encender esa chispa, han hecho que las niñas del Stadium Casablanca vuelvan a mirar hacia arriba con sueños grandes. “Queremos volver a eso. A ser el espejo en el que se miren las generaciones que vienen«. Porque el ascenso no es solo subir una categoría. Es reconquistar una identidad.