Sus palabras fueron atendidas por el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, quien antes había tomado la palabra para alabar la «mesura y la capacidad de gestión» de la directiva, así como el trabajo del cuerpo técnico y los futbolistas. Con pasado como jugador, el presidente aragonés sabe bien lo que es un equipo de fútbol.
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Ha sido un acto sobrio, impuesto así por la COVID-19. Sobre el césped de El Alcoraz, los capitanes Pulido y Mikel Rico han sido los encargados de depositar la Copa que acredita al Huesca como campeón de Segunda División sobre un pequeño pedestal. No han faltado a la cita ni el alcalde de Huesca, Luis Felipe; ni la vicepresidenta de la DPH, Elisa Sancho, así como la directiva del club. Por supuesto, Míchel, el técnico que ha logrado un hecho histórico en compañía de su cuerpo técnico.
Los elogios sobre lo hecho eran los lógicos. No es nada fácil regresar a Primera en una temporada. Más cuando el club fue sacudido en el verano por el caso Oikos. Tal como deslizó Luis Felipe, el Huesca es «un referente de autoestima y liderazgo de Huesca y de la provincia». Javier Lambán ligó su discurso al deseo de que el Zaragoza ascienda para que dos equipos aragoneses estén en la mejor liga del mundo y el Huesca recordó, además, el primer ascenso a la elite.
Palabra de capitán
Pulido cerró el acto. Como capitán del Huesca reconoció que ni en los mejores sueños podía pensar en lograr el campeonato. Integrado hasta la médula en el club y en la ciudad, tuvo también palabras de agradecimiento para los trabajadores de la entidad y recordó el partido contra el Valencia de la pasada campaña. «Fue un momento difícil y 7.500 personas gritaron que estuviéramos en Primera«, señaló para dedicar sus últimas palabras «a los que faltan y a los que no han podido venir. Por ellos va esta Copa«.