La ocasión espoleó al Zaragoza, que supo gobernar el Nuevo Mirandilla de pe a pa, sin titubeos, con la ambición del que llega para vencer. Mario Soberón mantuvo su línea de pretemporada, la estela de un gran descubrimiento. En el partido fue el principio de todas las cosas, también de la victoria. Bazdar actuó de pantalla: el serbio despejó su panorama y Soberón golpeo de empeine total, aprovechando el paso en falso de José Antonio Caro. El portero adelantó su posición y puso la mano blanda, en una receta imposible para detener ese lanzamiento. Soberón mostró que el hambre es el germen del gol y el delantero ha llegado con ganas de comerse el mundo.
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Tras el tanto, el Zaragoza tuvo el partido en su mano, pero Bazdar se topó con Caro, empeñado en resarcirse. En el rechace, Soberón dribló a todo el mundo hasta que Fali sacó su remate bajo palos. La pista estaba escrita. Soberón diseñó la victoria y volvió a ser la firma en el segundo. En esta ocasión se sirvió de un balón perfecto de Iván Calero, que mostró el oportunismo que define a los buenos laterales. Intuitivo, inteligente, atacó el espacio Soberón y convirtió un gol cantado, que no siempre es poca cosa.
En poco tiempo, ha descubierto que tiene la ambición de los gigantes, el olfato de los que quieren escribir su nombre propio en este deporte. Ha empezado a hacerlo en Zaragoza, con una actuación que queda para siempre. Cuesta encontrar en la historia un futbolista que haya firmado un doblete en su debut. Mucho más que tres goles llegaran el día del estreno.
En la segunda mitad, el Zaragoza quiso jugar con el reloj y tembló ante la entrada fulgurante de Brian Ocampo. El fútbol se volcó hacia su perfil y pudieron cambiar las tornas del duelo. Los cambios, algunos forzados y otros forzosos, provocaron cierta confusión. Buscó la amplitud el Cádiz y Jair, que sustituyó a Vital, contribuyó en la defensa colectiva. La maldición prosiguió en la portería y Poussin resolvió en sustitución de Femenías, a veces bien y otras lleno de dudas. Si la resistencia falló en los costados, Lluís López fue el dedo en el dique y la mano en la venda.
En plena vigilancia, cuando el fútbol exigía calma y defensa, el Cádiz puso todo de su parte en defensa. Keidi Baré sumó acierto y pase a sus pulmones y encontró a Aketxe, que resolvió de diestra cuando todo el mundo tapaba su zurda. En los títulos de crédito, casi en pleno festejo, culminó la goleada. Marcó el Zaragoza y definió todas las distancias, venció y convenció en el estreno, como casi nunca lo había hecho. Ganó en su debut, con una primera parte soberbia, con tres goles de dos de sus debutantes, con la firma incuestionable de Mario Soberón. Detrás tuvo al mejor guardaespaldas, un Keidi Baré pletórico, y a un equipo serio, que firmó una actuación coral e ilusionante.
Contribuyó el Cádiz, que vendió barata su derrota, en una tacita de plata que diseñó su portero. Pese a todo, fue una victoria inapelable, un debut redondo, un triunfo a favor de la ilusión.
Ficha técnica:
Cádiz: Caro; Iza, Fali, Chust (Glauder, 46′), Matos (Zaldúa, 46′); Alejo (Ocampo, 59′), Álex Fernández, Diakité (Rubén Alcaraz, 46′), Sobrino (Eyong, 88′); Chris Ramos, Roger.
Real Zaragoza: Femenías (Poussin, 56′); Calero, Lluís López, Vital (Jair, 63′), Tasende; Bermejo (Luna, 81′), Keidi Bare, Aguado, Liso; Soberón (Aketxe, 63′), Bazdar (Azón, 81′).
Goles: 0-1: Soberón (14’), 0-2: Soberón (43′), 0-3: Aketxe (84′), 0-4: Luna (90+1).
Árbitro: Arcediano Monescillo. Amarillas a Sobrino (9′), Vital (35′), Fali (45+2), Bermejo (65′) y Ocampo (90′).