El cuarteto español estuvo compuesto por Carla Cruz, Elena Guiu, Ivana Peralta y Ericka Maseras, el mismo que por la mañana había superado las semifinales con una actuación convincente. Esa regularidad en la apuesta técnica se mantuvo en la final, pese a que las condiciones eran más exigentes y el nivel de las rivales mucho más alto.
España corrió por la calle 1, un carril complicado por su estrechez y por la falta de referencias visuales en el lado izquierdo. A su derecha, el equipo portugués. Las españolas habían accedido a la final con el séptimo mejor tiempo, lo que condicionó su ubicación en la parrilla de salida.
Guiu fue la encargada de realizar la segunda posta, es decir, la contrarrecta del estadio. Recibió el testigo de Carla Cruz y lo entregó con precisión a Ivana Peralta, en un tramo clave donde la velocidad máxima y la buena sincronización son determinantes. El objetivo era claro: dejar a Ericka Maseras en buena posición para luchar en la recta final por un posible puesto entre las mejores.
Una final con ritmo frenético para la España de Elena Guiu
La carrera fue intensa desde el pistoletazo de salida. Gran Bretaña impuso un ritmo inalcanzable y no solo se llevó la victoria, sino que firmó un nuevo récord de los campeonatos. Tras ellas cruzaron la meta Polonia y Suiza, aunque las polacas fueron posteriormente descalificadas por entregar el testigo fuera de la zona reglamentaria. Un error que estuvo a punto de costarle también la descalificación a Alemania, que finalmente acabó beneficiada al conseguir el bronce tras la revisión de los jueces.
Este desenlace alteró la clasificación final y elevó aún más el valor del quinto puesto logrado por las españolas, que compitieron de tú a tú con selecciones de enorme nivel y tradición en la velocidad.