Unos metros por detrás, Yussif Saidu es la gran revelación. Su fútbol está hecho de velocidad y de pura valentía. No conoce el miedo, ni siente que en el fútbol pueda caber el riesgo. Lleva tres partidos y juega como si silbara, como si importara lo mismo jugar en El Estadio Modular que en La Ciudad Deportiva. Es capaz de recuperar el terreno perdido con sus zancadas, de deshacer sus lagunas sobre la marcha. Impetuoso y agresivo, Saidu mantiene algunos códigos del mediocampista que siempre ha sido. Defiende hacia delante y aprende de su compañero de zaga, de su antónimo perfecto.
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El Real Zaragoza y un cuadrado de seguridad
Pablo Insua nació central y se retirará como tal. El gallego es un especialista defensivo, un jugador hecho de oficio. Listo, solo asume las carreras en las que puede vencer y ha empezado a gobernar el área. Acude puntual a los cortes y marca la raya de las jugadas. Aseado en la salida del juego, cuida una disciplina en riesgo: el arte de defender. Insua ofrece una seguridad que el Zaragoza buscó sin éxito en las últimas tres ventanas. Desde que se estrenara en Castalia, el Real Zaragoza ha adaptado su defensa, para defender mucho mejor de lo que lo hizo en las anteriores. E Insua tiene un lugar fundamental en esa evolución.
En el centro del campo, como el acompañante de Akouokou, Raúl Guti emite signos de mejora. A la espera de ver la evolución de su rodilla, magullada en el duelo ante el Albacete, en la primera mitad vimos su mejor rostro de toda la temporada. Eligió bien, no se equivocó nunca en los pases (35/35) y le dio ritmo y sensatez al fútbol del grupo. Al canterano se le pueden añadir algunos márgenes de mejora. Pendiente de evitar pérdidas, asumió pocos riesgos y visitó poco el área rival, donde su fútbol cobró siempre a lo largo de su carrera un sentido total.
A la espera de que el resto de las piezas se integren en el plan y de que el Real Zaragoza sume su primera victoria, el equipo se estructura en torno a un cuadrado de seguridad. Akouokou es la llave maestra, la piedra esencial. Tiene sobre sus acompañantes el poder de un contagio, un efecto multiplicador. A su lado, Guti distribuye y mejora sus pasos. Unos metros por detrás, Saidu vuela e Insua defiende el área.
El Real Zaragoza parece todavía un equipo en plena construcción, una obra inacabada. Pero Gabi Fernández construye un cuadrilátero sobre la marcha y empieza a creer en su carril central.