Piau Engaly te deja la impresión de que te vas a cansar de esquiar porque lo primero que ves son largos descensos, que la cara norte está claro que protege la nieve cuando el mercurio atiza, que es una estación coqueta ya que cuenta con tan solo cinco telesillas -y uno está cerrado por falta de nieve- y que la verticalidad del Pirineo galo implica que las pistas negras no estén pisadas.
El invierno está siendo duro también en la cara norte de la cordillera. La escasez de la nieve también les afecta, pero aquí, en Piau, está la excepción. Hay nieve desde la base, a 1.850 metros de altitud, y, por supuesto, en la cota más alta, a 2.528 metros de altitud. Así las cosas, va para una temporada histórica. El único ‘tiovivo’ cerrado es el más querido, el Du Hourc, la vieja silla que se abre paso entre árboles y que permite un freeride cinco estrellas… si tienes piernas y nivel para hacerlo. Precisamente, los fuera pistas que se divisan tienen muy buena pinta y desde la estación deslizan el enorme potencial de Piau Engaly para quienes se ‘aburren’ en el esquí más académico.

Con 1.200 plazas de aparcamiento a pie de pistas, con un lunes de sol festivo en Francia, las colas para coger los dos telesillas más solicitados -de L’Engaly y, sobre todo, Pic du Piau– es evidente. Negarlo sería mentir, decir que no son fluidas, también. Y máximo respeto. Nadie se cuela, nadie eleva una voz por encima de otra y todo se hace así más llevadero. Que el remonte podría ser más moderno, igual; que luego vas a tener tiempo para bajar un rato largo y olvidarte de esos minutillos de espera, también. Desde la cota 2.529 a la base de la estación tienes descensos para elegir. Lo puedes hacer tan directo o tan largo como uno quiera. Y esto es una bendición en una mañana fantástica.
Piau Engaly sorprende hasta por cosas lógicas. Aquí, Monte Perdido está al sur, como La Munia y Troumouse, otros dos ‘tresmiles’. Y Mont Perdu se ve cerca. Aquí ves sus caras norte… que están al sur. Si además de esquiar aprecias el paisaje, una alegría más para meter a Piau en el saco de estaciones que hay que visitar. En días soleados, con el mercurio apretando, se desciende mejor por las rojas que por las azules. A tener en cuenta. Aquí hay más rojas que coloradas, y algunas azules tiran para violeta en alguna pala. Pero con un nivel medio sobre las tablas es más que suficiente para pasar un buen día y conocer la estación.

Interesante en Piau es que la gente esquía. Parece una perogrullada en una estación de esquí, pero no lo es. Apenas hay ‘despistes’ sobre pistas. El corazón del apreski está en la base. En el resto, nada. Bueno, una chocolatería y un par de hamacas para tomar el sol en la cota más alta y ya está. Y eso de que los franceses se van a comer a las 12.00 aquí, quizá, sea la excepción. Siguen esquiando. Es cierto que muchos paran, pero también que otros más siguen. Muchos son los que aprovechan para tomar un algo sobre alguna piedra fuera pistas y ya está. La actividad no se interrumpe. Es cierto que la mañana invita y no nos vamos a engañar; un bocata al sol, en buena compañía y sobre una piedra ‘c’est la vie’.

Sus 74 kilómetros –65, según infonieve.es– se distribuyen sobre 41 pistas. Y deja el sello de ser un centro invernal perfecto para progresar. La zona de debutantes está diferenciada en la estación. No solo hay un jardín con juegos sino varias pistas para progresar de forma adecuada y ‘salir’ al resto de la estación con cierto nivel. La impresión es que puedes aprender de forma cómoda y segura.
Piau-Engaly encara la recta final de la temporada a la espera de que la nieva vuelva a aparecer para cerrar una campaña de auténtico lujo.