Alejandro Francés es la ambición, el don natural y el talento defensivo. Francho Serrano, más cerebral, ordena y dinamiza el juego, conduce y piensa en el resto. Francés entiende el partido como un desafío, teatraliza sus victorias y se atreve a alentar a las masas. Serrano, discreto, juega para los compañeros y nunca piensa en sí mismo o en el aplauso. Su liderazgo es siempre silencioso, incluso cuando gobierna partidos como ante el Eibar.
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Serrano y Francés son dos amigos a los que el fútbol ha hecho hermanos. Diferentes, únicos por su cuenta, entendieron pronto que para ser complementarios no tenían por qué parecerse. Y en el camino, los años en común, el código de la Ciudad Deportiva, el sentimiento zaragocista y los triunfos que cantan juntos les han hecho inseparables.
Especialmente feliz fue para los dos su tarde en La Romareda. Francho Serrano eligió ser el dueño de la estrategia. Alejandro Francés ya había probado suerte en la primera mitad y de volea firmó su mejor obra en la segunda. En la celebración, los dos se buscaron después de la piña general. Francés y Francho se fundieron en el abrazo más feliz de la tarde.
La nomenclatura que el italiano utiliza para hermano, `fratello´, coincide con las tres primeras letras del apellido de Francés y con las del nombre de Francho. El diminutivo más extendido es `fra´, la fórmula que pronto usará el uno para hablar del otro. Es una casualidad simpática que conecta a dos futbolistas especiales, a los mejores hallazgos de la Ciudad Deportiva en los últimos tiempos.
Con lugares distintos en el campo y personalidades opuestas, los dos se han convertido en referencias indiscutibles de este Zaragoza. Francho Serrano y Alejandro Francés, emblemas de cantera y hermanos en el juego.