ZARAGOZA | Pocos fenómenos son tan ilusionantes como el descubrimiento de un futbolista. Sucede lo mismo en el Real Zaragoza, que siempre palpó con ilusión a sus cachorros. Hace tiempo que en La Ciudad Deportiva se mira de una forma especial al siguiente: Hugo Pinilla. Tiene sentido. Su temporada ha servido para acelerar su desarrollo, para descubrir que el talento puede salvar los procesos. En un curso complicado en todas las estaciones del filial, Pinilla ha sido el mejor hallazgo. Clave en la salvación del Deportivo Aragón, ingresó ayer en la dinámica de entrenamientos del primer equipo. No es su primera vez en La Romareda pero su regreso es una noticia feliz desde todas las perspectivas.
Hugo Pinilla cambió el guion del verano, cuando convenció a Emilio Larraz a través de su calidad y de una voluntad diferente. Es sencillo aterrizar en un campo y que la mirada de cualquiera se detenga en un jugador como él. Lo verdaderamente extraordinario es descubrir que detrás de su don hay un trabajo constante, un interés silencioso y una implicación total. Seguramente fue esa premisa la que convenció a Larraz, que siempre valoró de un modo diferente el esfuerzo y su mentalidad. También a Javier Garcés, que dibujó para este medio una lección esencial para todos los formadores: “He desarrollado la capacidad de saber qué chico no va a llegar nunca a ser futbolista”. Pinilla no entra en ese espectro, sino en el pelotón de los distintos, de los que harán todo por llegar.
Hugo Pinilla: talento especial, voluntad constante
Ante la ocasión concedida en pretemporada, trabajó sin descanso y se ganó un sitio que no estaba escrito. Tardó poco en ser imprescindible. Y ha acabado siendo una pieza esencial en la salvación, una salida ideal al laberinto. En el camino le dio tiempo a disputar la Final Four con sus compañeros de quinta en División de Honor de Juvenil. También en ese torneo fue capaz de probar una de las cualidades que siempre distinguió a los buenos futbolistas: su capacidad para jugar mejor en los partidos de la verdad. Lo ha mostrado en los dos lados del relato: cuando supo soñar con el DHJ y cuando evitó las pesadillas con el filial.
El curso de la temporada del Real Zaragoza ha podido retrasar su aparición en el primer equipo. Su juego sirvió para hipnotizar a Víctor Fernández, con el que llegó a ser un recurso usual en los entrenamientos. Dos entrenadores más tarde, Gabi Fernández le ha reclutado en los días previos al viaje a Ferrol. Con los integrantes del filial pendientes de sus vacaciones, el fútbol le puede deparar a Hugo Pinilla una bonita sorpresa en la recta final del curso. Sería el cierre ideal para una temporada en la que su vida ha cambiado por completo.
Aplicado en todas las cosas, su estreno en el filial ha coincidido con su primer año de medicina. En este tiempo ha cambiado los pronósticos, siempre a partir de una habilidad diferente. Hay una correlación muy especial entre lo rápido que piensa y lo rápido que ejecuta, una síntesis perfecta de este juego. Pinilla todavía mantiene su aspecto infantil, pero en este tiempo ha mostrado su valentía en Segunda RFEF, en un fútbol plagado de viejos rockeros. Ahí, el balón, que siempre conoció todas las historias, prefirió dormir en sus botas que en las del resto. Y en ese deporte de barro y de disputa, Hugo Pinilla ha sabido desarrollar su fútbol de seda.