ZARAGOZA | Hace tiempo que la temporada de Ager Aketxe se explica a través de una expectativa. Hay una distancia muy amplia entre el futbolista que se esperaba ver y el que Aketxe está siendo. También hay una separación invisible entre el futbolista que puede y el que ha querido ser en La Romareda. Siempre fue un futbolista de fogonazos, de puros destellos. Su zurda podía cambiar los partidos, pero solo lo hizo con una regularidad constante en la temporada pasada en el Eibar. Quizá entonces cometimos un error. Nos imaginamos que podía ser en La Romareda el futbolista que solo había sido una vez.
En la temporada de Ager Aketxe hay mil condicionantes. Un curso sin pretemporada, cuatro entrenadores, cambios de rol y una relación tensa con la grada. Pronto se sintió un incomprendido y pidió fuera de los micrófonos un apoyo mayor de la hinchada. “No podemos dudar de Aketxe”, declaró Víctor Fernández, diez partidos antes de empezar a dudar de él. El mediapunta alcanzó una relación especial con David Navarro, que supo potenciarlo mejor que nadie en el único partido que dirigió. La mejor muestra llegó precisamente ante el Racing de Ferrol. El técnico aragonés siempre ponderó de una forma especial la pequeña sociedad que formó con Marcos Luna en el perfil diestro. Esa pareció la única noche en la que Aketxe pudo corresponder las pronósticos. Disparó más que nunca y marcó su último gol en la temporada.
Ager Aketxe y la fe de Gabi Fernández
Descartado por Miguel Ángel Ramírez, Gabi Fernández le busca un contexto para este final de temporada. Protegido esta vez por dos guardaespaldas, el técnico espera que Aketxe pueda ser definitivo en la recta final del curso, que sea exactamente el jugador que hasta ahora no ha sido. Su defensa, cuando un sector del zaragocismo ya le mira como una causa perdida, parece una declaración de principios: “A Ager Aketxe no le están saliendo las cosas, pero es el jugador más profesional que tenemos. Nadie lee el fútbol como él. Toca 20 balones y no pierde ninguno”.
Gabi Fernández dio sin buscarlo en la clave. El problema no es que pierda pocos balones, el mayor defecto es que participe tan poco. En su fútbol hay más descanso que actividad, un avituallamiento casi perpetuo. Y de momento ha sido incapaz de marcar uno de los goles que sí le marcó al Real Zaragoza con otras camisetas. Queda la esperanza de que pueda hacerlo en el último tramo, cuando ya casi no se le espera. Lo intentará para empezar ante el único equipo contra el que ha podido ser él mismo. Si logra hacerlo, la respuesta será tan cruel como reveladora. Ya era hora.