La Vuelta a España 2025 vivió un desenlace inédito y turbulento en Madrid. La última etapa quedó cancelada a 56 km de la meta después de que centenares de manifestantes propalestinos irrumpieran en distintos puntos del circuito urbano e invadieran la calzada en el eje Paseo del Prado–Atocha–Cibeles, obligando a detener la carrera y a un operativo antidisturbios que terminó en cargas policiales, vallas derribadas y un itinerario imposible de asegurar. Sin garantías para continuar, la organización neutralizó primero el pelotón y, tras un segundo intento fallido, dio por cancelada la etapa y anuló la ceremonia de podio.
El colofón fue el reflejo de una edición marcada por la tensión extradeportiva: desde el quinto día en Figueres, donde ya se registró el primer incidente con la contrarreloj por equipos, pasando por la neutralización en Bilbao a tres kilómetros de meta y el recorte de llegada en la etapa de Mos–Castro de Herville. El ambiente enrarecido culminó en la capital con ocupaciones coordinadas del recorrido y con el pelotón marchándose escoltado hacia los hoteles. No hubo podio, ni himnos, ni fotos de Cibeles: el final quedó para los botes de humo y las sirenas.
Un final sin cinta de meta
La jornada ya había arrancado con cambios de trazado de última hora para esquivar puntos sensibles. Aun así, la presión sobre el circuito fue en aumento conforme el pelotón se acercaba al centro. El primer parón llegó tras un cordón humano que saltó las vallas y bloqueó la calzada. Reanudada en modo neutralizado, la carrera volvió a quedar encallada a los pocos cientos de metros. Dirección de carrera y Fuerzas de Seguridad concluyeron que no había condiciones para garantizar la integridad de ciclistas, público y personal, y optaron por el cierre definitivo.
En paralelo, la Policía informó de agentes atendidos por contusiones y practicó detenciones. Diversos equipos relataron empujones a ciclistas, lanzamiento de objetos y la presencia de material punzante sobre la calzada. La Vuelta, que celebraba el 90.º aniversario, quedó sin su paseo triunfal por Madrid y sin el tradicional circuito de Cibeles, pieza icónica del final desde hace décadas.
Reacciones políticas enfrentadas
El episodio desató una tormenta institucional. Desde el Gobierno se subrayó el reconocimiento a los deportistas y, a la vez, una defensa de la movilización social por “causas justas”. Líderes autonómicos y municipales de Madrid responsabilizaron al Ejecutivo de “dejar vencer a la violencia sobre el deporte” y hablaron de “ridículo internacional”. En el plano exterior, Israel cargó contra el Gobierno español por “alentar” las protestas; desde otras formaciones se aplaudió la movilización y se pidió vetar la participación de Israel–Premier Tech en eventos deportivos. La Vuelta quedó convertida, por un día, en epicentro del debate político y diplomático.
Una edición con victoria deportiva… sin foto final
En lo estrictamente deportivo, el líder de la general —con la prueba ya sentenciada— selló el triunfo final sin protocolo de cierre. Había sido una Vuelta irregular en lo competitivo y convulsa fuera de carrera, con jornadas neutralizadas, entradas y salidas reconfiguradas y un pelotón que en los últimos días valorizó la seguridad por encima del espectáculo.
El interrogante queda ahora en el día después:
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¿Qué protocolos activará la organización en 2026 para blindar finales urbanos?
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¿Qué criterios aplicará la UCI respecto a participaciones y escenarios sensibles?
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¿Cómo afectará a Madrid —histórica meta de la Vuelta— la imagen de este cierre?
De la crónica al precedente
La cancelación de la última etapa establece un precedente en las grandes vueltas: demuestra que intervenciones masivas y coordinadas pueden imposibilitar un final urbano incluso con refuerzo policial y plan B de recorrido. La Vuelta se marcha de Madrid con más preguntas que respuestas y con la certeza de que, para preservar el deporte, la seguridad operativa deberá ser —más que nunca— la línea de meta a cruzar antes de la cinta.