La unión de sinergias es la mayor de las productividades. La SD Huesca ha subido, pero también lo ha hecho su ciudad, su provincia, sus empresas, sus representantes y todos y cada uno de los habitantes que vivimos en este maravilloso enclave llamado Alto Aragón. La oportunidad ha llegado, aprovechémosla como se merece. Esta maravillosa provincia será mejor, seremos mejores, todos somos necesarios. El momento ha llegado. Con mesura, responsabilidad y mucha dosis de ambición e ilusión vamos a ser mejores.
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Pero quiero hacer un alto en ese maravilloso sentimiento que algunos insensatos siempre hemos creído que habitaba dentro de esta provincia. Al final ha explotado, era cuestión de tiempo. Cuestión de acertar con la tecla que uniera este torrente de sensaciones, pero al final ha llegado y ha desatado la más maravillosa de las sensaciones: el orgullo.
Y como todo no es posible, no deseo que todos aquellos que han estado al lado del equipo en días de celebración sean ahora fieles e incondicionales sin reblar, pero al menos debemos de intentar -entre todos- que esta semilla que ha germinado de una forma vigorosa y verdosa tenga su continuidad en el futuro e integre de la manera más provechosa a todas y cada una de las personas que piensan en un buen momento para subirse a este incombustible tren. Ellos también son importantes. Cuantos más seamos, mejor, y cuanto antes consigamos explicarles con cariño y pasión este sentimiento, seremos más fieles, seremos mejores.
Ahora se abre un nuevo periodo, un nuevo escenario, donde en el plano deportivo club, peñas y aficionados deben encontrar un idioma común. Un idioma que les haga ser uno solo, que contagie a cada visitante nuevo que acuda a El Alcoraz de un aroma de sentimiento, fuerza y unión. Lo vivido esta maravillosa semana debe ser el espejo donde mirar.
Ya no hay excusa para sentirlo, para vivirlo, para demostrar en cada segundo que pasa que es un orgullo ser de Huesca, del Huesca y que mientras esta preciosa realidad nos dure no les va a faltar un aliento, un esfuerzo, un hombro arrimado para construir un futuro. Un futuro que integre a los nuevos, a los viejos, a los del norte, del sur, del este u oeste y que camine de la mano al grito de nuestro lema: ‘Fieles siempre sin reblar’.