ZARAGOZA | Marcos Cuenca afronta una pretemporada límite, que puede marcar su futuro. Ayer se presentó ante aquellos que no le conocían, con su fútbol habitual y su jugada maestra. Extremo puro, su trayectoria es la de un canterano que conoce el valor del trabajo, la de un jugador que supo esperar. Su salto definitivo a los mayores se ha aplazado hasta este curso, en el que disfruta ya de una ficha en la primera unidad. Gabi Fernández decidirá su suerte, pero mientras tanto Cuenca ha elegido no traicionarse a sí mismo.
El primer ensayo del verano le enfrentaba al que ha sido su lugar habitual. Y si en la primera norma de los amistosos está que no deben sacarse grandes conclusiones, Cuenca cambió algunas reglas el primer día: mostró que está listo para una oportunidad. Actuó en su posición, hizo suyo el último tercio y logró un tanto y una asistencia. Siempre tuvo una acción propia, una firma personal. No la ha inventado él, pero al verla de nuevo en sus pies, parece completamente suya.
Marcos Cuenca, un mundo en una jugada
El segundo gol es el perfecto ejemplo de su fútbol. En su rincón, el mundo se abre en un pasillo. Y él aclara, en pleno vuelo, el panorama. Su juego de pies va de izquierda a derecha, en una acción tan conocida como difícil de defender. Todos saben lo que va a hacer, pero nadie sabe cuándo. En ese tanto tenía enfrente a Juan Carlos Sabater, con el que ha coincidido en la última temporada en el filial. El tiempo suficiente para haber visto esa acción de Cuenca mil veces. Dio igual. Si en el primer tanto el extremo había elegido la pista de Andrés Borge, en el segundo decidió que era su momento.
Regateó, fabricó su espacio y dejó para el final su última variante. Con los jugadores de ese perfil, un portero espera siempre un disparo al palo largo. Obón también. Cuenca tiene otra costumbre: suele aplicar un último giro de tobillo y cambiar el destino de su golpeo. Lo hizo para marcar su gol. Y así, de una forma tan suya, dejó su firma en un partido que podía parecer intrascendente, pero que él consideró un momento vital en su carrera.
El chico de Las Fuentes
Cuenca ha trabajado toda una vida para esta oportunidad. Ensayó su fútbol en el Barrio de Las Fuentes, donde admiró a Ewerthon por encima de todas las cosas. Ese juego de calle le llevó a La Ciudad Deportiva, tras pasar por el Santo Domingo de Silos. En la cantera alcanzó la condición de especialista, pero no siempre se le consideró especial. El extremo mantuvo la fe en sí mismo, aplicó la ética de trabajo familiar y su orgullo de barrio. Aprovechó además sus cesiones en el Ebro y en Brea para fajarse en un fútbol más áspero, más adulto. Desde allí quiso demostrar que estaba hecho para el Zaragoza.
Diferencial desde hace mucho en el filial, su paso por el primer equipo ha quedado marcado por dos detalles. Actuó en partidos de urgencia y lo hizo siempre lejos de su sitio. Ayer, en el estreno del Estadio Modular, Gabi Fernández le ubicó en su lugar. Y Cuenca, desde su rincón, dejó su marca registrada, su jugada de siempre.