Hay domingos en los que a uno se le hace cuesta arriba levantarse de la cama. Días en los que el plan perfecto podría ser el de quedarse en casa enfundado en el pijama y tras esa barba de 3 días con la que tampoco nos vemos tan mal. En los que la ducha no se antoja necesaria, puesto que sólo tenemos que aguantarnos a nosotros mismos. En los que seguro que encontramos algún resto de comida en la nevera para calentar y algo en la televisión que no nos dé mucho que pensar. En los que el transcurso de lo que se viene por delante no parece tener mayor trascendencia que la de ser la antesala de otra noche más.