La defensa de cinco no es nada nuevo para el Real Zaragoza. Julio Velázquez, durante su corto paso en la anterior temporada, apostó siempre por alinear la mayor cantidad de defensores posible. Llegó incluso a convertir a Víctor Mollejo, extremo puro, en carrilero, esperando que su nivel en defensa fuera similar al de un lateral. Como era de suponer, nada salió según lo esperado y Velázquez abondonó el Real Zaragoza pocos meses después de su llegada. El modelo remite a otro inquilino del banquillo de La Romareda: Lucas Álcaraz, que dirigió uno de los tramos más oscuros de los últimos años.
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Este curso, Víctor Fernández también creyó en la acumulación de piezas en la defensa y, para sorpresa de nadie, tampoco salió bien. Un empate que acabó en eliminación copera en penaltis ante el Almería, las tablas de Riazor y una derrota ante el Eibar dejaron claro que aumentar la cantidad de jugadores en defensa no era la solución que el técnico buscaba. Todo sirvió para cubrir una necesidad básica: siempre que jugó de esa forma acabó encajando goles.
El modelo de tres centrales y dos carriles puede tener una vertiente ofensiva, pero depende siempre de la altura y la profundidad de los carriles. La base no parte del número, sino de la idea, de la interpretación de la misma. Sucede que la acumulación de centrales ha limitado casi siempre al Zaragoza, ha hecho que su fútbol sea menor más conservador. De una forma ímplicita, ha servido para que el rival sea más protagonista, el director de las leyes del partido. Una premisa, la de estar siempre a la espera, que normalmente no se adapta a un equipo con sueños de ascenso.
El desenlace del debut de Miguel Ángel Ramírez le sitúa en el lugar de las derrotas. El fútbol suele ser más generoso con los que valientes y se espera que el técnico evite almacenar defensas frente al Tenerife como uno de sus recursos. La baja de Dani Tasende quizá favorece ese cambio de boceto, la búsqueda de cuatro defensores puros y mayor control del balón en el partido. En su estreno en La Romareda se espera que el técnico cambie la piel de su equipo, que se adapte a un concepto tan aragonés como el de la rasmia, a un atributo tan apreciado como el de la valentía.