Vizcaíno de Basauri, margen izquierda del Nervión, pueblo de poco más de 40.000 habitantes que ayuda a conformar el Gran Bilbao, a los ocho años se cruzó el balonmano en la vida de Oier García Mendiola. Como con otros muchos, su relación empieza en el colegio. En su caso en el Basozelai Gaztelu. “Vinieron del equipo del pueblo para sacar equipos y como quitaron el fútbol del colegio –es del Athletic como toda su familia excepto su padre que es del Madrid- con los amigos nos metimos en el balonmano porque era muy movido, entretenido y me llamó la atención. La verdad es que se me daba bien. Seguí, y en cadetes busqué nuevas metas y en juveniles fui a Baracaldo, con Juan Domínguez de entrenador”, cuenta. Allí estuvo durante 10 años hasta que un día recibió la llamada de Nolasco para que jugara en Huesca. Y es que su actual técnico lo tenía controlado desde las selecciones inferiores nacionales.
“La pasión con la que juego no se entrena. Hay que sentirla. Es que yo lo vivo así. También es cierto que tiene su parte mala. A veces te calientas mucho y puedes perder la cabeza”, dice. De hecho, algunos árbitros le tienen ya ‘fichado’ y en ocasiones ha visto la exclusión por protestar. Reconoce que con la edad –tiene 27 años- ha modulado su carácter, aunque siempre está allí presto para defender el escudo.
En el vestuario, Marco Mira, el capitán, siempre ha actuado de escudo, desliza Oier. Otro de sus apoyos es Dani Arguillas. “Con ellos –añade- siempre he tenido muy buena relación, porque ya estábamos del año pasado y por eso los nombro más. El vestuario de este año es muy bueno y creo que se nota en la pista y creo que, también, en la pista. Cuando el equipo baja, porque es muy difícil estar los 60 minutos a tope, siempre hay un compañero que te respalda y que te saca la cara”.
Oier reconoce que la pasada temporada fue “difícil”. Pasar a un equipo de Asobal fue un salto cualitativo importante. Más para un chico que venía de Baracaldo donde compaginaba el balonmano con el trabajo en la empresa de ascensores Iza. Físicamente no estaba a tope. “La caña que recibí en ese agosto (2015) me costó, pero me gusta exigirme y trabajar. Y recuerdo que los primeros partidos de liga salía muy nervioso. Siempre digo que me apoyó mucho Jose (Nolasco y lo dice así, sin acento) dándome minutos y mis compañeros me ayudaban a corregir fallos…”.
Con trabajo estable decidió apostar entre la vida laboral y la deportiva al recibir la llamada del BM Huesca. “La verdad es que tuve un año malo, por temas personales y por la propia situación del Barakaldo. Estaba en un bucle raro. Me llegó la oportunidad y no me lo pensé mucho porque siempre creí que si no venía me iba a arrepentir”. Su vida en el balonmano arrancó en la primera línea. Al extremo llegó poco a poco hasta que Nolasco lo fijó allí. Eso también le costó. “Parece fácil, pero es un puesto complicado. Quizá es el que tiene que ser el más eficaz, porque todos trabajan para ti. Y cuesta. En muchas mañanas he estado con Jose trabajando de forma individual”, desvela.
Cuando se le pregunta si le gusta más defender que atacar responde que lo primero. Igual Marco Mira le ha influido. Así lo despeja, entre risas: “El balonmano es un deporte de contacto y me gusta el golpe, chocar, pelearme”. Este año ya ha tenido un par de colisiones complicadas; Langaro le dejó una rotura de fibras en el abdominal y a las dos semanas contra el Barsa se puso enfrente de Jallouz, “saltó, me pegó un rodillazo en el pecho y me tiró siete metros para atrás”, describe con una sonrisa. Cosas del balonmano.
Oier, que dice haber tenido como referente en este deporte a Ivano Balic, firmó con el BM Huesca un contrato de 1+1. Le apasiona el cine, sobre todo, las películas de acción y terror. Ha tenido alguna oportunidad de conocer la provincia de Huesca y no esconde que le gustaría seguir ligado al BM Huesca.