El Huesca no jugó el partido ni mucho menos perfecto pero tampoco lo habría necesitado para lograr el objetivo. La primera mitad tuvo poco fútbol y mucha intensidad. Y golpes, varios golpes. El juego no era duro pero saltaban chispas en cada choque. Se notaba la tensión y los azulgranas, ayer de verde, tenían que igualarse a ello para no ser menos. En defensa el equipo estuvo imperial y eso sumó para que tras los primeros cuarenta y cinco minutos el partido siguiera en igualada.
Decía en un análisis previo, sobre mis sensaciones del encuentro y sobre cuál creía que sería la clave, que aquel que tuviera «a su disposición el toque diferencial y definitivo de sus estrellas», ascendería. Pues a Lago Junior se le encendió la bombilla nada más se reanudó el juego y el Nàstic se puso por delante. Parecía que el que marcara primero se llevaría el partido, pero eso no era solo un presentimiento, sino la pura realidad.
José Gaspar y Tyronne lo intentaron sin suerte | Foto: C.Pascual
Y tras el segundo gol local, los de Tevenet perdieron los papeles. Manolo se autoexpulsó y los oscenses quedaron mermados mentalmente. La cabeza fría, necesaria en los momentos complicados, no apareció. Entradas agresivas, juego sucio, discusiones en la banda… sobraba. El técnico andaluz puso en el campo a José Gaspar -que no fue de la partida por molestias- y al ‘mago’ Tyronne, junto a Fran Mérida, Camacho y David Mainz. Todos sabíamos que el ascenso estaba perdido y solo quedaba jugar. Y cuando se jugó, me gustó. Y mucho. Un Nàstic que lo único que quería era que pasaran las agujas del reloj y un Huesca al que no le quedaba otra que irse arriba. Se llegaba con claridad y se creaban ocasiones peligrosas, pero cuando los pies comenzaban a funcionar ya era tarde y la cabeza había fallado. Se perdieron los papeles.
Además, cuando tanto arriesgas, si el rival está enchufado te acaba pillando, y los locales hicieron el tercero en un franco mano a mano resuelto a la perfección. Sólo un gol postrero de David Mainz maquilló la cosa, pero ni así. No puedo calificarlo ni como el gol del honor porque, al Huesca, la eliminatoria le acabó quedando grande.
El cuadro azulgrana se jugará el ascenso en la siguiente eliminatoria, en la que El Alcoraz, feudo propio, decidirá. Todo puede acabar en una gran fiesta o en una espantosa decepción. Y, visto lo visto, por favor: habiendo fútbol, ante todo, cabeza. Mucha cabeza…
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