ZARAGOZA | El Real Zaragoza cayó en el Reale Arena en un encuentro en el que ofreció una imagen dual, una doble cara visible en dos parcelas del terreno de juego. Demostró ser vertical e incisivo por los costados, pero se desdibujó completamente en la zona central. No solo quebraron los moldes defensivos, sino que también lo hicieron los de la medular. El resultado reflejó una carencia, un mal mayor. El filial de la Real Sociedad puso en evidencia el bloque zaragocista, destapando un amplio abanico de aspectos a mejorar.
Gabi proyectó un once con Guti y Francho como dueños y únicos inquilinos del centro del campo. En un plan donde la intensidad y la repetición de esfuerzos primaban sobre otras cosas, ambos futbolistas parecieron olvidar la otra cara de la moneda: el fútbol. Superados en un contexto completamente desfavorable, el tándem en la media no logró carburar, ni siquiera dio indicios de ello. Tanto Guti como Francho mostraron un desacierto total en muchas facetas del juego. Abarcaron mucho terreno, pero allí donde pisaban siempre había un futbolista del Sanse, piernas más veloces y más precisas.
El desempeño en el centro del campo reveló una necesidad, una urgencia que debe ser cubierta en los próximos días. El Real Zaragoza de Gabi Fernández exige la presencia de un pivote posicional, de corte defensivo. Alguien que de libertad a Raúl Guti, Francho Serrano, Keidi Bare y Toni Moya. Un tipo que libere responsabilidades en lo defensivo, que facilite el desarrollo del juego, que no haga pensar demasiado a los demás. Con la presencia de dicho perfil, el conjunto aragonés podría encajar todas las piezas, modificar ciertos roles y conformar un centro del campo variado en todas sus partes.