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Velázquez llenó de intensidad la práctica y se alternaron los ejercicios de finalización con un partidillo en espacio reducido. El más destacado pareció Sergio Bermejo, al que muchos ven ya con un pie fuera del Real Zaragoza. Las fotografías más especiales llegaron en el tramo final, con firmas y regalos para los asistentes.
Mollejo fue uno de los más aclamados. El toledano siempre pareció un jugador carismático, uno de esos futbolistas que son capaces de reunir a la afición. Pasional, guerrero y con un gran rendimiento durante el curso, Mollejo acudió a la grada para premiar el seguimiento personal y también el colectivo. Francho Serrano, zaragocista desde la cuna, resumió la jornada: “Ha sido un día muy especial para nosotros. Es un orgullo tener la afición que tenemos. Ojalá pudiéramos hacer más entrenamientos como este. Nos sirve para reforzar la energía. Este zaragocismo y esta ilusión nos tiene que dar mucha fuerza. Somos unos privilegiados”.
La Romareda se llenó de deseos, de un entusiasmo febril. Muchos depositaron su ilusión, los sueños de una grada que se ha vuelto incondicional en los peores momentos. La historia de este club no se entiende sin ellos, sin una afición militante, leal y cada vez más joven. “El Real Zaragoza será lo que quiera su gente”, dijo hace tiempo Alberto Zapater. Y el público respondió en masa en una mañana gris de enero, que pareció brillante a ojos de todos los espectadores. 5.000 personas resumieron la grandeza de un escudo, en una demostración de puro zaragocismo.