ZARAGOZA | El caso de Jesús Vallejo recorrió la actualidad zaragocista en la última semana. “No es una opción”, resolvió tajante Txema Indias en la presentación de Sebas Moyano y Alberto Tachi. La respuesta se dio en un momento clave y estratégico, cuando el Albacete parece a un paso de cerrar su fichaje. En el entorno zaragocista extrañó una cosa: ¿cómo se explica que Vallejo pueda jugar en la misma liga que el Real Zaragoza sin que el Real Zaragoza se haya planteado su fichaje? La misma duda le pudo asaltar al canterano, que se ofreció para regresar al equipo de su vida. Lo extraño es que el club nunca llegó a escucharle.
En la jornada de ayer un mensaje de WhatsApp pasó de un móvil a otro sin remedio. El original partía de Jesús Vallejo y llegó en el grupo de La Peña Zaragocista de Loscos, su pueblo. En un texto de catorce líneas, el canterano contaba que el Real Zaragoza había desechado todos los ofrecimientos que habían hecho él y su agente: “No nos consideran para este año. Ha sido curioso que ni siquiera nos han recibido en las oficinas”. Txema Indias y el club están en todo su derecho de descartar a Jesús Vallejo como una opción para este curso. Pero quizá una figura tan querida por el zaragocismo merece un trato más cercano, una consideración mayor. Puestos a tomar otro camino, lo justo con un futbolista como Vallejo era, al menos, tener una reunión para decírselo.
La historia de Jesús Vallejo
La historia de Jesús Vallejo está llena de episodios. Le tocó ser adulto a la fuerza, capitán antes de tiempo. No hubo transiciones en su llegada al fútbol profesional y se convirtió en el ojo derecho de la grada. Noble, generoso y zaragocista, Vallejo convocaba el espíritu del primer Puyol y era capaz de levantar La Romareda. Lo lograba con un fútbol hecho de voluntad, marcajes y sentimiento. Hoy conviene recordar una noción de sus formadores: “En su generación, en las anteriores y en las siguientes, hemos tenido muchos futbolistas de más talento en nuestra cantera. Pero ninguno ha tenido tantas ganas de jugar en el Real Zaragoza como Vallejo”. Su liderazgo se extendía también a todas las selecciones españolas en sus categorías inferiores
Con la misma velocidad con la que Vallejo llegó al fútbol profesional tuvo que irse del Zaragoza. Antes se vivió una imagen icónica de este tiempo: sus lágrimas en Gran Canaria, cuando el equipo se quedó a siete minutos del ascenso. Entonces ya sabía que iba a escribir su futuro en otro lugar, pero nunca en el sitio en el que había querido hacerlo. Su marcha hacia el Real Madrid fue un servicio al club, entonces muy próximo a la bancarrota. El balance parece hoy más doloroso que feliz: en su tiempo fuera de Zaragoza ha sumado títulos como figurante, pero rara vez ha disfrutado del fútbol.
Quizá sí que lo logró en su primera cesión, en el Eintracht de Frankfurt. Allí mantenía la fuerza de un vendaval, las ganas de comerse el mundo. Las sombras se iniciaron en su regreso al Real Madrid, donde todo adquiere una trascendencia cruel para los que dudan. Él, que nunca nació para ser famoso, fue víctima de un fenómeno nocivo: la cultura del meme. Bueno e inocente, las redes se ensañaron a menudo con él. La burla le hirió y le hizo frágil, vulnerable. También se presentaron las lesiones, en sus cesiones a los Wolves, Granada y en su tiempo en el Real Madrid. Y algunas sombras que solo el tiempo y el testimonio del propio futbolista podrán desvelar.
Un regreso frustrado
Con el Madrid solo jugó 2000 minutos repartidos en cinco temporadas, con alguna actuación que las redes hicieron célebre. También en sus mejores días su historia se tomó a risa. Y nunca logró lo que en el fondo él siempre buscaba: ser valorado por sus partidos y, el resto del tiempo, pasar desapercibido. Sometido a mucha presión y sin continuidad en el Madrid, Vallejo consideró su salida como una liberación, como la oportunidad de un reinicio.
Como era costumbre en sus veranos, entrenó en La Ciudad Deportiva, donde el fútbol siempre fue distinto del que conoció luego. Quería volver a disfrutar del juego, en la que siempre sintió como su casa. No encontró la respuesta que esperaba del Real Zaragoza. El club no atendió su llamada y el canterano, herido, decidió consolarse en un entorno seguro. Lo hizo en La Peña Zaragocista de Loscos, la misma que él inauguró hace 10 años.
A pesar de su dolor, en las catorce líneas que tenía su mensaje, dejó algunas pistas. Ninguna como su cierre. El canterano no pudo evitar despedirse con un sintagma que siempre ha guiado su vida: “Aúpa Zaragoza”.