ZARAGOZA | En un fútbol donde unos van y otros vienen, donde unos aparecen y otros se esconden, Raúl Guti siempre está. Completo en muchas facetas del juego, la lista de registros del ‘10’ incluye una regularidad casi inédita en las últimas campañas. En el mundo del fútbol, los contextos guardan el más especial de los lugares en la escena de los jugadores, siendo Raúl Guti uno de los mejores ejemplos. De más a menos en Elche, ha encontrado en Zaragoza un sitio ideal en el que desarrollarse como futbolista.
Capitán sin brazalete, Guti dibuja sus virtudes en un contexto poco favorecedor. Anclado en un rol organizador, muy diferente al de otras etapas en el Real Zaragoza, en las dos últimas semanas ha ofrecido destellos de aquello que mejor se le da. Llegador por naturaleza, observa en la frontal del área un espacio donde sentirse cómodo y agrandar sus números. Vio portería en A Malata, también lo hizo contra el Cartagena, erigiéndose como una pieza clave en ambos triunfos y aportando un amplio repertorio de funciones sobre el verde.
Clave también fuera de los terrenos de juego, el centrocampista encarna muchos de los lemas y valores del zaragocismo. Guti revela sus mejores trucos desde el plano emocional, a través de la intensidad y del incontestable amor por el escudo del león. Junto a Francho forma un tándem muy querido y respetado en La Romareda, un dúo que crece cada día, que siente cada error como propio y que constituye una base sobre la que muchos pequeños zaragocistas pueden trabajar de manera posterior. En un Real Zaragoza ahora carente de ídolos, Guti y Francho construyen un espejo en el que mirarse y ejemplifican una condición especial: los sueños, se cumplen.