Buscar responsables del deterioro del club es relativamente sencillo, pero mi duda es si alguien levantará la mano y asumirá sus errores. A nivel institucional, la Fundación 2032 salvó al Real Zaragoza de la desaparición y durante los últimos años ha ordenado su astronómica deuda, pero una vez aquí, los patronos tienen que decidir qué futuro quieren para un club que, a día de hoy, está condenado a sufrir en Segunda División. La respuesta a tan decisiva pregunta debe llegar cuanto antes, abriendo la mano a una inyección económica que oxigene las cuentas y eleve el límite salarial para poder soñar con el regreso a Primera. La ecuación es sencilla y estoy convencido que quienes tuvieron un acto impagable de zaragocismo serán ahora capaces de repetir su gesto.
La parcela deportiva
Otra cuestión es la parcela deportiva, ahí tengo más dudas de que exista un lógico grado de autocrítica. Desde la derrota en Pamplona, cuando se agotaron los billetes del play off, nos hemos cansado de ver, leer y escuchar los movimientos de la dirección deportiva: la no renovación de Pombo, los viajes a Nigeria o a Italia, las posibles ventas de James y Soro, el rocambolesco fichaje de Bikoro con cambio de representante incluido… En resumen, y en mi modesta opinión, una justificación pública del lógico trabajo de una secretaría técnica. Por eso, mi sensación es que no se va a dar esa solicitud de rebaja de sueldo tras una muy mala planificación, justo a la inversa de lo que sucedió cuando el zaragocismo se lamía las heridas al caer con el Numancia el pasado mes de junio.
Lalo y Barba lo bordaron la pasada temporada, en los despachos y en su gestión del día a día, pero este curso han descarrilado y no estoy seguro de que ellos deban ser los encargados del próximo proyecto. Por ahí podrían a empezar a cambiar las cosas, porque por muy preocupados que estemos por lo económico, el Real Zaragoza es un club de fútbol y el suspenso de cada partido tiene nombre y apellidos.