ZARAGOZA | La Vieja Romareda cumplió su última misión y salvó al Real Zaragoza más doloroso, más difícil de mirar. Nunca estuvo más cerca del peligro con tan poco margen sobre el final. Y su salvación, efectiva ante el Depor en la última tarde del estadio, se explicó mejor a través de Gabi Fernández. El técnico reunió todo lo que antes se había separado y proyectó un equipo competitivo, de mínimos, que hizo del partido a partido su máxima.
Su rescate tuvo un sentido estratégico y estructural en La Romareda, donde el Real Zaragoza logró tres victorias imprescindibles: Mirandés, Cartagena y Deportivo. En un escenario en el que se habían escapado todos los puntos del mundo y en el que nunca llegó a perder: empató ante Córdoba, Eibar y Huesca. En muchos de esos encuentros supo convocar los milagros y ganar puntos que parecían perdidos. La grada miró a Gabi Fernández como a uno de los suyos y ayer se cumplió el veredicto del domingo anterior: “Sé que estáis jodidos, pero lo vamos a sacar”, dijo en el regreso desde Oviedo. Y el Real Zaragoza cumplió ese pronóstico el domingo siguiente.
El final del cuento se llenó de alivio y de recuerdos, hasta el punto de que la grada invadió el césped, tocó lo que ha sido suyo durante toda una vida. Ese ha sido el lugar de muchos recuerdos, el sitio de todos los recreos. En ese césped, con butacas en las manos y redes en los dedos, se vivieron escenas inolvidables. Una marea conquistó el césped. Y La Romareda que siempre fue de su gente fue más de su gente que nunca.