Decía en estas mismas líneas, hace justo una semana, que en mi opinión el fantasma del descenso estaba más que finiquitado, también que no convenía hacer méritos para resucitarlo, y la victoria sobre el Elche confirma que el Real Zaragoza no pasará apuros en la recta final de la temporada. A pesar de que el partido no fue excelso, un buen arranque fue suficiente para derrotar al conjunto alicantino, un buen arranque en el que Guitián, Pep Biel y Linares dibujaron una acción de tiralíneas que el delantero de Fuentes de Ebro envió al fondo de la red. No era un gol más, era el primero de Linares en La Romareda, por fin Miguel cumplió su sueño y pudo besar el escudo de su Real Zaragoza.
Del resto del partido poco queda para analizar, las virtudes y los defectos de siempre, con un Cristian que sigue defendiendo con nota la Puerta del Carmen y, delante del argentino, diez currantes del fútbol que, más allá de su calidad, supieron interpretar lo que es la Segunda División. Apenas se jugó, apenas hubo ocasiones, apenas hubo emoción, lo más destacable fue como siempre la afición que sigue siendo de Champions seis años después. Más de veinte mil zaragocistas volvieron a arropar a su equipo, a darle oxigeno y a exigir que el calvario por el que transita su equipo debe acabar. Este final de temporada, que acabará mucho antes de lo esperado, va a ser un buen momento para plantearse a dónde se dirige este Real Zaragoza, qué quiere ser en el futuro, cómo se puede acabar este suplicio,… Muero de ganas por encontrar respuesta a todos estos interrogantes.