La primera derrota llegó frente al Cartagena, en una acción polémica de Pablo de Blasis. Las dos siguientes mostraron los mayores defectos del equipo, vencido en transición frente al Lugo y en todas las fases del juego ante el Mirandés. Frágil a la hora de encajar los golpes, en el equipo aragonés preocupa un intangible. Las derrotas han demostrado que al grupo le faltan líderes, futbolistas capaces de asumir la responsabilidad en los peores momentos. Solo Giuliano Simeone ha pedido el balón cuando más quema y frente al Mirandés sus compañeros le enviaron a una cruel guerra por su cuenta.
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Real Zaragoza: señales y señalados
Jaume Grau perdió su condición de talismán y menguó en el partido. Tampoco le acompañó Manu Molina, irregular casi siempre y más tímido que nunca en la dificultad. Mollejo no ha llegado a convencer, sin desborde en el único lugar del campo en el que es imprescindible el regate. En la zaga, solo Jair Amador se pareció a sí mismo. Fran Gámez ha perdido precisión y profundidad. A Gabi Fuentes le faltó rigor en la marca y atrevimiento en ataque. Y Lluís López es, en el mejor de los casos, un defensor de cal y de arena.
A Juan Carlos Carcedo le acecha una sombra. Quizá demasiado pendiente del análisis, su plan de partido queda siempre muy supeditado al del rival. La afición espera un giro de guión de su técnico: varios cambios estratégicos y un dibujo distinto ante el Eibar. Todo pasa por encontrar más soluciones, de cantidad y de calidad, para el ataque. Se espera que Azón y Simeone sean siameses del juego, inseparables en la temporada. Y también se cree en la opción de Makhtar Gueye, que fue capaz de agitar el partido en Anduva y provocó las ocasiones que otros futbolistas no tienen.
En una de esas semanas largas, en las que las derrotas se mastican en exceso, el Zaragoza necesita cambiar su imagen ante el Eibar. En las vísperas del mes de octubre, las dudas del Real Zaragoza se formulan como un trabalenguas: tres tristes tropiezos.