El Real Zaragoza volvió a caer derrotado ante el Deportivo de la Coruña de Natxo González y lo hizo sin demostrar un ápice de carácter. Los zaragocistas fueron un rival manso, que no sacó los dientes en ningún momento. Los deportivistas no tuvieron ni siquiera que emplearse a fondo para meter 3 goles a los blanquillos.
Es cierto que la actuación arbitral no ayudó para nada y estuvo repleta de errores: penalti no señalado sobre Benito y dos goles del Deportivo en posible fuera de juego. No debe ser excusa. El Zaragoza pierde porque no sabe jugar al fútbol. Un equipo convincente es capaz de sobreponerse a las circunstancias negativas que pueden darse a lo largo de un encuentro: goles en contra, lesiones, errores arbitrales… Es el pan de cada día en el mundo del fútbol, pero el Zaragoza no sabe hacer frente a ello. Los de Alcaraz simplemente son capaces de mantenerse de forma competitiva en el partido mientras todo transcurre según lo previsto. El equipo es incapaz de cambiar sus planes sobre la marcha.
De ahí que los zaragocistas no comenzarán mal en sus primeros minutos en Riazor. Alcaraz dispuso una defensa de 5 dando de nuevo la titularidad a Nieto, poniendo a Benito en el lateral derecho y haciendo debutar a Guitián. El Depor, que juega con el habitual rombo de Natxo, vio su zona atacante demasiado poblada por defensores zaragocistas, lo que le impidió avanzar durante algunos minutos. Ahí apareció Pulido Santana y a balón parado y en fuera de juego, el Deportivo se adelantó en el marcador.

A pesar del error arbitral, el Zaragoza volvió a cometer los mismo errores de siempre en el balón parado, permitiendo la anticipación del rival y perdiendo la marca a los jugadores deportivistas. Alcaraz decía que “son bajitos” para defender a balón parado. Curiosa conclusión.
El Zaragoza empató desde el punto de penalti por medio de Ros, pero el Deportivo, también con una pena máxima y de nuevo en fuera de juego, remató a los blanquillos con el 3 a 1 definitivo antes del final de los primeros 45 minutos. Los de Natxo repetían constantemente las mismas jugadas en ataque y el Zaragoza tropezaba una y otra vez con la misma piedra. Benito estaba en constantes apuros, Verdasca no daba una a derechas y Lasure, desesperado, se dedicaba a hacer faltas sin criterio.
En la segunda parte, Ratón apareció en la portería zaragocista ante la lesión de Cristian. Alcaraz dejó al guardameta a los pies de los caballos asegurando que “me han dicho que tenía molestias”. Unas declaraciones que demuestran la falta de comunicación absoluta que impera en el vestuario zaragocista entre el míster y uno de los pesos pesados del equipo. El mal ambiente se reflejó también en el terreno de juego cuando Vázquez reprochó a Verdasca sus errores defensivos. Cuando este tipo de comportamientos salen fuera del vestuario, la bomba está a punto de estallar.
En lo táctico, Alcaraz dio entrada a Igbekeme por Lasure, pasando a jugar con un 4-4-2. Posteriormente fue Pombo el que entró para situarse como enganche en detrimento de Guti, uno de los pocos que estaba dando consistencia al equipo. Y aquí está otro de los hándicaps del Real Zaragoza. Alcaraz ha perdido el norte y no se guía por el bien del equipo, sino por criterios personales que no benefician al conjunto. Dejar a Pombo, el jugador zaragocista más peligroso, en el banquillo no es ninguna solución. Apostar por dejar en el terreno de juego a un Biel que no aporta nada, tampoco ayuda al equipo. No contar con Igbekeme en el once inicial resta potencial a los blanquillos. Aspectos evidentes que todo aquel que vea el partido es capaz de percibir. Todos, menos Alcaraz.
Por ello las soluciones deben llegar a través un cambio en profundidad. Y esta vez, por fin, parece la definitiva. La derrota en Riazor traerá consecuencias, empezando por el banquillo y con la posibilidad de extenderse a otros estamentos del club.