Este que escala Alex Txikon no es el Everest superpoblado de vanidosos y millonarios que luego se agolpan, se fotografían – y algunos mueren- esperando en una cola a más de ocho mil metros. No hay una trinchera en la nieve marcando la ruta, ni campos-colmena de altura donde se sirve shushi, ni charlas al sol en el Valle del Silencio. Silencio, en cambio, sobra aquí. O debería, ya que el viento apenas da tregua desde que el alpinista vizcaíno y su equipo llegó al Campo Base el 1 de febrero.
En estos 20 días, el equipo ha tenido que buscar y equipar itinerarios alternativos a través de la cascada del Khumbu cada vez que han subido hacia las cotas superiores. A veces incluso ensamblando escaleras para cruzar grandes grietas. Superan seracs verticales a fuerza de piolet y los rapelan en el descenso. Han montado y equipado el Campo 2, al que han transportado ya 3.000 metros de cuerda.
A veces nos fijamos en la dificultad técnica y la exposición en cada tramo, pero olvidamos que, en el Everest, la verdadera prueba, en un entorno de frio extremo y gran altitud, es la del tesón ante una tarea inmensa. “Estamos haciendo un trabajo inhumano -señala Alex Txikon- y ¡sólo somos cuatro!”, exclama.
Retiradas de Jonatan García y Óscar Cardo
Efectivamente, nada más empezar la expedición una caída accidental a una grieta dejaba fuera de combate a Jonatan García, uno de los tres miembros no nepalís del equipo de escalada. Más tarde, en la última ascensión parcial, hace seis días, se vieron en uno de los peores escenarios al que se puede enfrentar una expedición: la enfermedad de un compañero con Mal Agudo de Montaña. Alex no durmió, sino que pasó la noche velando a Óscar Cardo, que en cuestión horas pasó de ser un ariete para la expedición a deteriorarse a ojos vista, con dolores, afasia, confusión… Según Alex Txikon, fue una noche interminable y angustiosa en el campo 2, que por suerte acabó para bien a las 7.20, cuando un helicóptero conseguía elevarse hasta los 6.050 metros del campo 2 y se llevaba a Óscar, dejando a sus cuatro compañeros aliviados, pero emocionalmente exhaustos.
Cambio climático y el Everest
Aún así, los cuatro se dirigieron hacia su siguiente objetivo: la pared del Lhotse. Allí se instala el Campo 3 de la ruta normal del Everest por su vertiente sur. Allí les esperaba el siguiente problema. “Por la ruta normal caen unas piedras que alucinas. Otra consecuencia del cambio climático, que este invierno se nota mucho más que en nuestras dos expediciones al Everest invernal anteriores”, añade. Según describió el alpinista, el río no se congela y el agua corre todo el día por el Campo Base. “Yo duermo en el Campo 2 con un saco de 350 gramos, algo impensable en los intentos anteriores, y he visto agua a 6.500 metros, cuando sólo le da el sol de 9am a 2.45pm”, dice Alex Txikon.
La caída de piedras es constante y, finalmente, tuvieron que asumir que la ruta normal ya no es una opción, así que el equipo retrocedió de nuevo a campo 2. Tras un día refugiados en las tiendas soportando vientos fortísimos, el pasado lunes buscaron una solución. La encontraron unos 400 mettros hacia la izquierda, por donde cruzaron la rimaya al pie del Lhotse y enfilaron por un itinerario diferente. Se trata de terreno en hielo inclinado, pero a salvo de las piedras que se desprenden de la erosionada pared SO del Lhotse. Según Alex, la ruta seguida va a la derecha del Pilar sur (abierto por los polacos Jerzy Kukuczka y Andrzej Czok en 1980).
“La idea es seguir esta ruta directamente hasta el Collado Sur, unos 1.500 metros más arriba”, dijo Alex. “El terreno está bien pero no es posible montar un Campo 3 como en la ruta normal… Si acaso, como mucho podríamos intentar encajar una tienda haciendo plataforma”.
A 7.000 metros de altitud
El lunes, el equipo alcanzó su punto más alto hasta el momento, por esta pendiente helada. “Yo me quedé a 6.900m, como marcó mi InReach pero Nurbu, tomando la delantera, avanzó doscientos metros más por una pala de más de 55 grados de inclinación, es decir, hasta los 7.000”. Según Alex Txikon, con este nuevo tramo fijado se podría alcanzar el Collado Sur, ya a cota 8.000, en dos días. Pero tendrá que ser en el próximo ‘pegue’ a la montaña. Tras ese duro día, los sherpas acusaron el cansancio y los partes preveían viento muy fuerte. Por eso el grupo optó por descender de nuevo al Campo Base.
Desde entonces han tenido dos días para descansar. 48 horas para reflexionar sobre sus opciones y tratar de resolver los enigmas que plantean unas condiciones meteorológicas que parecen cambiar por minutos. La fecha definitiva para el asalto final aún no está fijada, pero la determinación de Alex Txikon está clara : “No nos rendimos. Si el tiempo nos da chance, ¡vamos a pelearlo!”.