La SD Huesca y el Real Zaragoza se daban cita en un duelo que auguraba tensión y la máxima expectación por saber qué conjunto iba a llevar la voz cantante. O un Huesca que encadenaba dos tropiezos consecutivos pero se reencontraba con su afición o un Zaragoza en racha y atrevido. No obstante, fue el azulgrana el equipo que impuso su intención desde el comienzo y dejando en el banco a nombres propios que habían hecho las delicias de la grada desde el comienzo de la temporada.

Ferreiro y Sergio Gómez eran las apuestas de Míchel en los costados, Eugeni acompañaba a Mikel Rico en los interiores y era Okazaki el delantero centro de un Huesca situado en un 4-3-3 y que no necesitó arriesgar en salida para lograr someter a su rival. Lo hizo estirando a sus interiores, colocándolos entre central y lateral blanquillos, y dejando abiertos a sus extremos, ambos a pierna natural. Así, ante un Zaragoza en 4-4-2 con Soro y Kagawa pendientes de los carriles, el Huesca comenzó a generar su primera ventaja.

El Huesca hacía el campo muy largo; los mediocentros del Zaragoza, pendientes de los interiores azulgranas, no se arriesgaban a saltar. Y además, de los dos hombres más avanzados, uno (casi siempre Puado) se quedaba con Mosquera. Con esta premisa, quienes asumirían la iniciación serían los laterales y centrales. Sobre todo, Josué Sa, a pierna natural. Los centrales podían girar a los blanquillos una y otra vez.


Sergio Gómez no dejaba de aumentar su incidencia en izquierda. Con espacio, tiempo y aprovechando la igualdad, el badalonense sacó su zurda a pasear para servir una y otra vez balones precisos a Okazaki por alto o a Mikel o Eugeni por raso. El Huesca poblaba el área rival hasta con cuatro futbolistas, logrando amenazar constantemente. Mientras, el plan del Zaragoza tan solo quedaba para robar y salir.
Como con balón no encontraba salida por la coordinada presión azulgrana (Okazaki y un interior con los centrales y el contrario y Mosquera con los mediocentros), aprovechó las transiciones ofensivas de las que dispuso para hacer correr a su par.

Si bien con la entrada de Igbekeme el Zaragoza situó un centrocampista más, Guti ganó metros y pudo juntar alguna posesión más larga en terreno rival, el balón parado le condenó. Un clamoroso fallo en la marca lo aprovechó Mosquera para servir en bandeja a Sá el tanto del triunfo en un derbi que terminó con dos expulsiones blanquillas y la única incertidumbre azulgrana por lo corto del marcador.