ZARAGOZA | En su viaje de vuelta, el Real Zaragoza repasaba una derrota humillante, que sirvió como el mejor reflejo de toda una temporada. Hugo Pinilla estudiaba su próximo examen, mientras las imágenes de su debut no dejaban de asaltarle.
Había cumplido el sueño de su vida, pero le costaba sonreír ante esa nube que en el fútbol solo traen las derrotas. Pocas deberían provocar mayor silencio que la de Castalia y pocos estrenos pueden ser más ilusionantes que el del dorsal 27 del Zaragoza. Su primera vez es una victoria total y responde a una evolución que nadie había calculado. Al menos a este ritmo. En un juego en el que todo se puede pronosticar, nada fascina más que la aparición de un nuevo talento. Y el Zaragoza mima y contempla hoy a su último hallazgo: Hugo Pinilla.
Pinilla pertenece a una generación especial, en la que coincidió o aún coincide con Jano Monserrate, Hugo Barrachina, Jorge Cestero, Daniel Cantero, Dennis Rufo, Diego Hernández o Adrián Sancho. En una cantera llena de fugas, algunos justifican la evolución de Pinilla desde el darwinismo. Selección natural. Basta escuchar a sus formadores para encontrar una alternativa más sentimental. Puro zaragocismo. “Siempre le ha dado igual quien le llamara. Quiere jugar aquí”, se dice de él en las gradas de La Ciudad Deportiva. Y precisamente en ese refugio ha crecido en silencio, ha confiado en su talento, hasta cambiar su ritmo en un año plagado de historias.
Hugo Pinilla y el año que cambió su vida
Larraz adivinó un salto en la pretemporada y pronto le hizo esencial en su once. La apuesta era una premonición. Hugo Pinilla ha sido uno de sus distintos: un jugador que explicó la carrera contra el reloj del Deportivo Aragón, la salvación del final de curso. Aprendió a jugar partidos de la verdad y tuvo además la oportunidad de disfrutar de un breve paréntesis. Viajó junto a sus compañeros de generación a la Final Four de Extremadura. En la ronda anterior, cuando el equipo celebraba el pase tras vencer al Málaga, una voz inconfundible de La Ciudad Deportiva decidió iniciar la conversación:
– ¿Te dejarán ir a Extremadura?
– No lo sé. A mí me encantaría- respondió Pinilla.
Durante unos segundos miró el vacío y torció el rostro, hasta descubrir un aspecto angelical y ser tres años más niño en un solo gesto. Entonces Pinilla formuló en voz alta una pregunta que era para sí mismo.
-Pero, ¿y si no estoy a la altura de mis compañeros? ¿y si lo hago mal?
El primer interlocutor no pudo evitar una carcajada. Aquellas dudas llenas de ingenuidad y de humildad le habían hecho gracia. Le había visto jugar durante toda la temporada con el filial, en un fútbol de adultos, y durante un tiempo se le había olvidado que todavía hablaba con un adolescente.
-Lo harás bien, Hugo. Lo harás bien.
El salto de Pini
La profecía se cumplió un tiempo después, en la semifinal ante Las Palmas. Hugo Pinilla fue el líder, el verso libre que el Real Zaragoza necesitaba. Ejecutó el penalti que había forzado y marcó el gol que había ido a buscar a Extremadura. El DHJ perdió la final ante el Barcelona pero Hugo Pinilla mostró que su fútbol está hecho de una materia especial: su plan es suave seda. El torneo le permitió afrontar todavía con una confianza mayor la recta final del filial y voló hasta obtener un premio y un sueño: su debut con el primer equipo. Nada le pesó en el fútbol profesional y jugó con descaro, sin miedo al error. De todos los pases que había en Castalia, buscó siempre el último.
Aplicado y con un sentido especial de la responsabilidad, en La Ciudad Deportiva siempre han valorado una relación directa: sus pies van a la misma velocidad que su cabeza. Ante el descubrimiento de un futbolista así uno prefiere ilusionarse en secreto y teme que este, el cuarto artículo que escribe sobre él, pueda empezar a ser imprudente. Ahí está el chico, sensato y maduro, para calmar esa presunta culpabilidad.
En el año en el que su vida ha cambiado por completo, Pinilla mira este deporte lleno de estrés y de miedos como si siguiera siendo un juego. El niño ha aprendido a jugar con los mayores.
A parte de la ilusión que provoca Pinilla, felicitar Jorge Rodríguez. Un artículo impecablemente escrito.