ZARAGOZA | El Real Zaragoza se jugará su suerte en la última tarde de La Vieja Romareda. La ocasión parece ya un capricho de este juego, un guiño del tiempo. Y sirve para cumplir una idea anunciada en estas páginas: el último servicio del estadio puede ser salvar a su equipo. Para completar el círculo, el rival será el Deportivo de la Coruña, sobre el que planea una rivalidad que se inició hace unos 25 años. En ese punto, el relato era completamente diferente: los dos equipos pelearon por una liga que se quedó en Coruña. Hoy ambos miran el regreso a la Primera División como un sueño, un objetivo mayor, cuando entonces se daba por supuesto.
Esa historia merece un capítulo aparte. Pero en este martes solo importa ya lo que pueda pasar el domingo. El Real Zaragoza reclamó ayer los fallos arbitrales en el duelo ante el Oviedo, la disparidad de criterios y la nula intervención del VAR en acciones definitivas. Era justo y tenía mil motivos en la mano para hacerlo. Las últimas demandas se remontan a 2020, a un playoff en el que el Zaragoza se sintió perjudicado. Las quejas se formularon entonces y ayer a través de un registro habitual en este tiempo: los comunicados. Mucho tiempo atrás, las protestas eran directas y tenían una voz propia. Hoy en este Real Zaragoza cuesta ver caras visibles y una ventanilla abierta. Si preguntan, será en el departamento de prensa en la única en la que encontrarán respuesta.
La protesta del Real Zaragoza y la última vez de La Romareda
La queja de ayer, formulada en el formato que fuera, ha encontrado el aplauso unánime de la afición. Mientras tanto, Fernando López sigue entre bambalinas, traumatizado por la última vez que pronunció mal el estadio en el que se decidirá su suerte. No pasa nada, todos lo hemos articulado mal alguna vez. Y no por eso ha dejado de ser nunca el sitio de nuestros sueños. Parece peor y difícil de perdonar la pancarta que sigue presidiendo la fachada. Que La Romareda se despida para siempre con un decorado que ha sido rechazado de un modo viral y absolutamente masivo es algo indefendible. No hay nada más valiente que reconocer, incluso cuando ya parece tarde, un error que ha visto todo el mundo. Una pista y un golpe bajo. La soberbia sigue pareciendo un pecado mayor que la dislexia.
El domingo el zaragocismo se reunirá en la última tarde de La Romareda. Enfrente estará el Depor, un enemigo íntimo, declarado ya desde hace tiempo. Como no se juega nada y le sobra el talento, parece un rival todavía más peligroso. Y al Real Zaragoza le vale con replicar el resultado que firme el Eldense. Cálculos al margen, el equipo de Gabi puede pensar en la salvación gracias a los puntos que ha logrado como local, a una afición que se ha vuelto a reunir en torno a la hoguera de su estadio. En el peor año de siempre, La Romareda ha sido capaz de convocar algún milagro, de ser una estrella fugaz y magia entre tinieblas.
Todo lo que no sea despedir La Vieja Romareda con una victoria será doloroso. Todo lo que sea aplazar la salvación a la última jornada será un microinfarto. O una gran tragedia.