ZARAGOZA | Iván Ballestero y David Foz son dos técnicos del fútbol aragonés. Los dos poseen una voz propia y comparten un sentido analítico del juego. Coincidieron hace poco ante un micrófono y sus frases se solaparon en una tertulia especial. Hoy, sin saberlo, se mezclan en un diálogo invisible, trazado a través de la línea telefónica. Los dos buscan las claves tácticas del Zaragoza, los motivos de una parálisis en su propuesta.
Iván Ballestero es un entrenador especial: sensato, pausado, analítico. Ha trabajado desde la base y conoce los secretos del fútbol de barro. Uno se imagina que ve los partidos en código fuente, pero lo traslada a un lenguaje sencillo, escrito sin laberintos. Divide las fases esenciales del juego en tres: con balón, sin balón y la fase de transición. Sus etapas se ajustan a tres nociones diferenciadas, que responden a tres preguntas elementales que serán la guía de este artículo. La primera fase describe lo que se hace cuando se tiene el esférico. La segunda explica lo que se hace cuando no se tiene el balón. Y la tercera etapa resume lo que se hace entre una y otra: en el momento de la pérdida o el instante de la recuperación.
Con balón
Para Ballestero la fase que más problemas está planteando es la primera etapa, lo que ocurre cuando el Zaragoza tiene el balón: “En la zona de inicio, en el saque de portería, el equipo no tiene automatizados movimientos para progresar. Si a eso le unes las carencias técnicas de centrales y mediocentros, la presión del rival le obliga a golpear en un tanto por ciento muy elevado de las situaciones”.
Foz, prometedor en todo lo que hace, toma el testigo y habla de un equipo estancado en su idea de origen. Básicamente, ese atasco se explica a través del estudio que han hecho los rivales de su modelo: “Mientras los equipos han ido evolucionando en el plano táctico y desarrollando planes distintos entre sí, el Zaragoza sigue aferrado a sus principios básicos: sota, caballo y rey. Hay ciertos atisbos de automatismos ante un rival replegado, como la lateralización de uno de los dos integrantes del doble pivote para darle vuelo al lateral. Por dentro, normalmente, se busca el factor sorpresa con Aketxe, pero habitualmente se acaba alejando de las zonas calientes para estabilizarse en las frías”.
Ballestero prosigue con su tesis, especialmente enfática en el fútbol posicional: “En ataque estático, todo queda condicionado por el bajo ritmo de balón, la escasa altura de los jugadores intermedios y la falta de potencial de los futbolistas en situaciones de uno para uno. Esos defectos han sido especialmente visibles en los últimos partidos en La Romareda”. Foz completa el argumento de Iván: “Algo más vertical parece siempre la banda izquierda, la principal zona de amplitud. Pese a su simplicidad, la rueda de movimientos puede ser efectiva, pero queda deslucida por un defecto básico: no hay velocidad en la circulación y falta claridad en el pase en muchas áreas del campo. Es obvio que el Real Zaragoza se ha sentido cómodo en el intercambio de golpes: el problema ha llegado cuando algunos equipos han dejado de morder el anzuelo y no han permitido ese ida y vuelta”.
Sin balón
Para Iván Ballestero el Zaragoza queda marcado por algunas indefiniciones en la fase defensiva: “Vemos al equipo presionar en muchas acciones, como el saque inicial en campo contrario, siempre en situación de inferioridad. En ocasiones esporádicas, ha sabido sacarle rédito, como en el gol que Francho marcó ante el Córdoba o el tanto de Bazdar en Elda”. Pese a todo, ese movimiento no ha sido la norma. Quizá porque la presión ha tenido lagunas, asociadas al orden o a la separación entre las líneas: “No ha sido una presión coordinada y la mayor carencia viene por la distancia en los medios y el temor de los centrales a ocupar campo contrario. Hemos visto en varias ocasiones al equipo superado en situaciones de dos contra tres. Los pases verticales y los cambios de orientación nos han generado peligro con mucha frecuencia. La banda izquierda sigue siendo el punto débil del equipo, el lugar por el que constantemente percuten los rivales, independientemente de quien juegue en ese lugar”.
David Foz vuelve a terminar las frases de Iván y detecta lagunas similares: “Somos un equipo al que le falta riqueza táctica y, por tanto, lanzar una presión alta podría ser contraproducente, por los desajustes que siguen a esa intención. Por fuera, a menudo nos generan superioridades, especialmente en la izquierda, casi en cualquier contexto. También hay saltos de presión desde arriba que llegan tarde y que, a menudo, empiezan a descoser al equipo”. Al margen del costado de Tasende, que responde a la naturaleza ofensiva del futbolista, Foz descubre situaciones concretas en las que el Zaragoza debe mejorar: “los laterales no siempre defienden bien el segundo palo, los centrales no fijan bien a sus marcas y, cuando lo hacen, a menudo sorprende un hombre libre que procede del centro del campo, en el lugar de un llegador. Son fotografías que señalan a un individuo, pero que a menudo se explican a través del comportamiento colectivo. En esas acciones, el Zaragoza sufre en bloque”.
A través de esa palabra, Foz y Ballestero coinciden en la estructura que mejor le sienta al Zaragoza: “El repliegue medio es el que mejor encaja con los recursos que tenemos: favorece su voluntad de intercambiar golpes, de sentirse fuerte a través del ida y vuelta”, comenta David. “Yo también creo que el equipo responde mejor en un repliegue medio bajo. Las líneas están más juntas, los medios más arropados. La ventaja que tiene esa estructura es que de esa forma el Zaragoza puede jugar a lo que mejor sabe jugar: robar y transitar”, cierra Iván.
Transiciones
El camino de los delanteros ha simplificado el juego del Zaragoza, acostumbrado con Víctor a desatarse en carrera: “La transición es la fase en la que el equipo parece encontrarse más cómodo, quizá porque tiene jugadores específicamente hechos para eso. Robar y correr requiere más improvisación y talento que trabajo táctico”, inicia Ballestero. La idea se basa según el técnico en un primer pase que lo cambie todo: “En ese punto del juego, una vez que has robado, hay que poner el balón a buen recaudo. En las últimas semanas, la búsqueda de ese pase de seguridad nos está costando mucho. A cambio, el rival tiene la opción de darle continuidad a sus ataques y encontrar puntos de descontrol en la defensa, más abierta, del Zaragoza”.
David Foz estima la elección de Víctor Fernández en el primer tramo, quizá mejor reflejada en la agresividad y los intangibles de Keidi Bare que en ningún otro lugar: “Víctor Fernández acertó en el inicio de competición. Empujó al equipo hacia la valentía y la alegría competitiva. Entendió pronto que el equipo era mucho más letal si podía correr, con rivales abiertos, cuando lograba conquistar los espacios”.
En el cierre de la conversación, los dos ensayan un retrato de Víctor Fernández: “La mayor virtud de Víctor la conocemos todos. Es el gran portavoz del Real Zaragoza por oratoria y puro sentimiento”, dice David Foz. “Víctor Fernández representa la fuerza de unos colores, el peso de una tradición ganadora y la identidad zaragocista”, sostiene Ballestero. Los dos entrenadores comparten además una valoración, hasta el punto de que uno no sabe bien dónde empieza la frase de uno y termina la del otro: “Su cuerpo técnico está muy preparado, especialmente a través de David Navarro, su segundo entrenador. Y aunque podamos parecer críticos con la evolución del juego tenemos que rescatar otra clave: la gestión del técnico de una plantilla que no está entre las dos mejores de la competición. Creo que está sacando un rendimiento que está ligeramente por encima de sus posibilidades y el mercado de invierno será clave para afianzarse entre los primeros puestos”, comenta Ballestero.
Las dos voces que le dan sentido a este artículo coinciden, sin saberlo, en su última lectura: “El Zaragoza no es peor equipo en noviembre del que era en agosto, pero tácticamente ha evolucionado poco y se sostiene sobre su pegada”, resume Iván Ballestero. “No diría que el Real Zaragoza de noviembre es menos que el que vimos en septiembre. Sobre todo si se atiende al contexto de cada partido, con bajas sensibles de jugadores claves en las últimas jornadas. No es peor pero tampoco es mejor de lo que era entonces”, concluye David Foz, en el cierre de un diálogo táctico, de una charla invisible.