ZARAGOZA | Una imagen resume mejor que ninguna otra el triunfo del Real Zaragoza en La Rosaleda: Miguel Ángel Ramírez recibe uno a uno a sus futbolistas, artífices de una victoria imprescindible. Les abraza, escucha y felicita. Verbos sencillos en las relaciones humanas, pero no tan recurrentes en todos los vestuarios. Desde su llegada, los jugadores del Real Zaragoza han destacado algunas virtudes del técnico canario por encima de las otras: un estudio detallado del juego y su calidad humana.
Lo subrayaron en sus primeras semanas, también ante los primeros reveses que ofreció la competición. En dos resultados que, sin serlo siempre, se contaron como derrotas. Ramírez ha acentuado el carácter pedagógico que siempre tuvo, esa impresión de que su fútbol pertenecía a la base, a la formación de jugadores. Ha escuchado y ha entendido los miedos de los futbolistas y ha creído que su temporada podía tener una segunda vida. El relato se ajusta a Enrique Clemente, Toni Moya, Lluís López, Dani Tasende o Marc Aguado, pero también vale para futbolistas como Ager Aketxe, al que pudo convencer de ser definitivo desde el banquillo.
La confianza de Miguel Ángel Ramírez en una plantilla, la fe en un sistema
Desde el club se destaca la personalidad del técnico, capaz de confiar en un sistema sin creyentes. La insistencia en ese modelo se explica a través de un diagnóstico: en su plantilla posee laterales que son capaces de darle amplitud y profundidad a su equipo, pero que necesitan vigías y guardaespaldas. A pesar de las mejoras ante el Málaga, unos metros por detrás se concentran algunas trabas sin resolver. MAR elige tres centrales. Y el problema no reside exclusivamente en esa elección, sino en los tres centrales que tiene para elegir.
Capaz de confiar en el pie de Toni Moya para la organización, la energía de Kervin Arriaga y el alma de Keidi Bare le dan pistas claves del nuevo Zaragoza. Son futbolistas con un perfil batallador, que contagian y vencen en registros que al Zaragoza siempre le han faltado: entre ellos, la capacidad para ganar duelos, dominar el otro fútbol y las segundas jugadas. También a ellos pretende darle una vida nueva en la temporada. Arriba, Miguel Ángel Ramírez le ha dado alas a Iván Azón, a través de la pura confianza, y le considera un tesoro en busca de su premio. Espera también en la recuperación de Adrián Liso y cree en la sonrisa de Pau Sans.
La unión del grupo
Centrado en el plano anímico, el técnico pone a la plantilla en un diván y desarrolla actividades en las que los futbolistas se sueltan y se sinceran, cuentan también sus traumas y sus miedos. Su intención ya está escrita: tiene la voluntad de reparar el ánimo y el fútbol de su plantilla. Los primeros premios llegaron en La Rosaleda, en un triunfo que llenó de oxígeno al técnico y a su grupo. Nada parecía más necesario que la victoria ante el Málaga y nada une más que ganar. En poco tiempo, MAR ha logrado que sus jugadores peleen por él y por el que tienen a su lado. Con cercanía y un discurso frontal y muy humano, parece haberse ganado a su vestuario.