ZARAGOZA | El Real Zaragoza suma tres empates consecutivos y dos lecturas muy marcadas. Una semana más se mantiene en zona de playoff, en una jornada en Segunda que se explica también a través de las tablas. Quizá los mayores signos de preocupación residen en el juego, donde el Zaragoza es incapaz de controlar los partidos, sin evolución alguna en su modelo. El duelo en Córdoba confirmó la pegada del equipo: su ataque está lleno de jugadores que pueden acortar los caminos hacia el gol. Pero descubrió al mismo tiempo que el Zaragoza abraza el caos como sistema, inconexo en todas sus líneas, cada vez más frágil en la defensa individual y colectiva.
En un partido en el que llegó a adelantarse dos veces, fue incapaz de calmar las aguas, de juntar pases que convirtieran el juego en un reloj de arena. Cantó los goles de Francho Serrano y Marcos Luna, pero las réplicas del Córdoba fueron inmediatas. Al margen de esa ley, pudo ganar por la vía de sus delanteros. Azón ganó todas sus batallas y Aketxe firmó su mejor obra hasta la fecha. Bazdar besó el larguero y Carlos Marín le birló un gol que parecía cantado. Pero el equipo se desonectó en el resto de las cosas: como si creyera que sus partidos solo pueden ser un correcalles. La imagen más reveladora era la de sus mediocampistas: que llegaron a ver el juego como quien ve pasar los trenes.
Las muestras de su descontrol se centran también en su defensa, cada vez más vulnerable, desentonada. Solo Marcos Luna se salvó del suspenso, desencadenado en ataque, desprotegido en defensa. En el otro perfil, el rival busca a Tasende y le encuentra. Y preocupa, casi por encima de todas las cosas, el carril central. Quizá porque se les ve como el perfecto reflejo del grupo: ahora que Bernardo Vital y Lluís López se conocen más, se entienden mucho menos. En esa lectura reside el mayor problema de un equipo que podría perder un puesto en la zona de promoción el próximo miércoles si el Almería prosigue su escalada. En la tabla, seguirá vivo en todas las cosas. Pero si algo vuelve a inquietar es su parálisis en el juego: confundido por su puño de hierro, descubre también su mandíbula de cristal. Como si en su virtud se escondiera también su defecto.
Una impresión despierta algunos fantasmas: el Zaragoza parecía mejor equipo en agosto del que es ahora en noviembre.