El partido del madrileño es un ejemplo perfecto de lo que significa adaptarse a las condiciones de un partido cuando estas no se tornan favorables. El conjunto de Arrasate realizó una de las mejores presiones a las que se ha tenido que enfrentar el Huesca desde la llegada de Pacheta. Fue tan intensa que los altoaragoneses eliminaron cualquier intento de hacer transiciones mediante el balón jugado llegando a pecar, de manera excesiva, de balones largos para Mir o los dos carrileros.
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Enemigo del balón largo
El Huesca terminó con el 55% de la posesión, un dato muy escaso teniendo en cuanto las estadísticas recogidas en otros partidos contra rivales directos. En un enfrentamiento sin centro del campo, se necesitaba una figura que se hiciera con la batuta del juego y aportara alternativas al ataque de la SD Huesca, y ahí apareció Seoane.
Poco a poco, el centrocampista azulgrana fue aumentando su protagonismo y consiguió ser ese jugador que tanto necesitaba el equipo. Supo manejar bien los tempos, romper entre líneas y subir el balón con criterio. Cada vez es más seguro y aporta mayor tranquilidad cuando tiene el cuero en su pie. Disfruta y hace disfrutar. Fue el segundo jugador con más pases de los oscenses, después de Siovas, con 44 pases (86% de efectividad).
En defensa cumplió muy buen papel formando buena dupla con Mikel Rico y obligando a que los rojillos tan solo se acercaran a la portería de Andrés Fernández con disparos muy lejanos. Leyó bien la presión del rival durante la primera parte y explotó sus debilidades durante la segunda. En definitiva, fue de lo poco vistoso en un partido sin goles.