El Real Zaragoza firmó ante el Mirandés su noveno empate consecutivo, el décimo en 13 jornadas. Con ese punto alcanza un hito en la historia de las tablas, el récord que nadie quería conseguir. Nunca un equipo del fútbol profesional español había cosechado en la misma temporada nueve partidos seguidos sin ganar ni perder. El Zamora vivió una racha similar, con 10 igualadas, pero en 2ªB. El Racing de Avellaneda argentino detuvo la marca en 10 empates, en 1990. Hasta que llegó el Real Zaragoza de 2021, en el que el unocerismo de JIM tan aplaudido la pasada temporada se convirtió en el empatismo este curso. Pero a nadie epata ya tanto empate.
El discurso complaciente de JIM ya no convence. El discurso de equipo que no pierde se agota. De nada sirve no caer derrotado cuando sumas de a 1. A nadie se le escapa que sería mejor perder de vez en cuando a cambio de ganar algunos partidos en vez de empatarlos. Coincidiremos la gran mayoría -ya no todos, los hay que empiezan a pedir su cabeza- en que el entrenador no es el mayor culpable. Pero también resulta evidente que, de momento, no es capaz de enderezar el rumbo de la temporada que se dirige al naufragio colectivo. El milagro de la anterior campaña cada vez resulta más inexplicable con la inoperancia ofensiva que demostró la plantilla. A ese juego hay que jugar muy bien para, creando tan poco peligro al rival, acabar ganando partidos. Hay que acertar en todo: no conceder atrás; resolver arriba.
En el fútbol es cierto que los análisis vienen marcados por mínimos detalles y que, de no haber encajado alguno de los últimos goles, se habría ganado y la realidad sería otra -ligeramente mejor-. Pero la verdad es que se han encajado y no se puede escapar al resultadismo, ese que dictamina que este equipo compite, es cierto, que no pierde pero que tampoco gana a nadie. Lamentablemente su mayor elogio ahora mismo es que se trata de un equipo capaz de empatarle a cualquiera.