El Real Zaragoza empató ante el Tenerife en su resultado favorito del curso. Un nuevo 1 a 1 y diecisiete empates en la temporada para alcanzar un registro histórico. Las tablas en el fútbol son una media verdad y tienen al Zaragoza en un terreno confuso: a mitad de todo y de nada. Casi en el centro de ninguna parte.
Es quizá el resultado que mejor define a JIM. El técnico es capaz de firmar una tregua cuando el triunfo está al alcance de su mano. Pero también tiene una virtud especial: rescata puntos y partidos que parecían perdidos. Solo así se explica que el Zaragoza se haya abonado a las tablas y que haya sido, durante todo el curso, un equipo capaz de empatarle a cualquiera.
Desde hace tiempo, el Zaragoza tiene un nuevo seguidor. Es pekinés y se hizo cargo del bar que está en la esquina más cercana a mi casa. Descubrió pronto las debilidades de la cultura española y entendió que su negocio se llenaba más y mejor los días de fútbol. Durante la Eurocopa decoró su bar con banderas de España y creyó que el equipo de Luis Enrique había caído dos veces en semifinales. Primero, en la de verdad, ante la campeona: Italia. En la segunda, confundió a España con Dinamarca, que perdió ante Inglaterra. Le llamó la atención que nadie se molestara con el gol en la prórroga que marcó Harry Kane o que el partido tuviera un seguimiento mucho menor que el que se había jugado un día antes.
Con el reinicio de la temporada, entendió pronto que había pocos partidos que generaran tantas emociones como los del Real Zaragoza. Pensó ofertas y promociones y resolvió un eterno debate de la cultura española de un modo diplomático. Decidió hacer la tortilla de patata de dos formas: con cebolla y sin cebolla. Durante mucho tiempo me preguntó por algunas de las claves del juego y me pidió el teléfono para que le hiciera un pronóstico de los partidos. En esos días, descubrí un detalle simpático. En su móvil me había guardado con dos nombres (el de amigo y el de vecino) que mezclaba en uno solo: “amigo visino”.
Yan es el nombre más español de mi amigo pekinés. Y a pesar de la cantidad de partidos que ve, sigue sin entender mucho de fútbol. Le aburren las largas secuencias de pases y nada le parece tan espectacular como una segada a tiempo. Cualquiera que no dispare a la primera oportunidad le parece malísimo y solo las faltas duras o las acciones más acrobáticas le llaman la atención. Pronto me percaté de que su pasión por el juego tenía intenciones lucrativas. Por un lado, los partidos de fútbol hacen que su negocio funcione mejor. Pero también ha encontrado un matiz distinto. Yan se ha acostumbrado a hacer modestas apuestas durante los partidos y la racha de empates del Real Zaragoza le ha proporcionado algunos beneficios.
El Zaragoza ha empatado la mitad de los partidos que ha jugado en la temporada y a él, un tipo de números, le parece que es un porcentaje de probabilidad bastante rentable. No está acostumbrado a que la banca gane tanto como el apostante. Por eso cada partido del Zaragoza es un acontecimiento para él.
Desde que se inició la temporada, los dos tenemos una pequeña broma privada. Le suelo preguntar por su equipo favorito. Su respuesta me sigue divirtiendo:
“El Zaragoza, amigo visino. Es muy bueno. Empata mucho”.