“Un sueño no se hace realidad mágicamente: se necesita sudar, determinación y trabajo duro”. Colin L. Powell: militar, diplomático y político estadounidense.
Recuerdo en el primer año en la facultad, cuando estudiaba Filosofía, al profesor de psicología diciéndonos aquello de “los sueños no se cuentan, es peligroso. Por los sueños se puede saber demasiado de una persona”. Y desde entonces rara ha sido la vez en la que hablara de mis sueños.
Pero hoy voy hacerlo. Posiblemente quiera que sea la tarjeta de presentación ante vosotros, y así se me pueda conocer algo mejor. O quizás el profesor de psicología no tenía tanta razón. O simplemente sean sueños compartidos.
Soñar es pensar con el alma. Es la representación onírica de nuestros deseos más íntimos. Sueñas despierto, y sueñas dormido.
Todos tenemos sueños. Sueños de amor. Sueños laborales. Sueños personales. Sueños. Decía Pedro Calderón de la Barca que “una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Los sueños posiblemente sean algo parecido a tocar las estrellas. El éxtasis más pleno. Una explosión de placer sin límites.
Mi sueño, mi ilusión, es volver a ver al Real Zaragoza en primera división. Cada día de partido, imagino mil formas de ganar al rival. Sueño con la victoria.
Y ese sueño es compartido. Ese sueño ha entrado en nosotros, en nuestro subconsciente de la mano de Víctor Fernández. Llevamos algunos años soñando con el ascenso, pero algunas veces ha pasado de ser un sueño a ser una pesadilla.
Hasta el momento en que Víctor Fernández asumió el mando del galeón maño. Y ahí dejamos de construir castillos en el aire para pasar a soñar en vivo.
Víctor ha ido colocando las bases de nuestros sueños. Él no sólo anima a nuestros jugadores, les hace sudar, les impone determinación y trabajo duro. Él nos anima a nosotros. A los que lo pueden vivir en la grada, y a los que irremediablemente lo vivimos en la distancia. Él es el pilar sólido que nos permite soñar cada día, cada fin de semana, cada minuto de partido. Y así, cada lunes podemos despertarnos sabiéndonos soñadores.
Y lo siento, pero visto lo visto en Cádiz, corren malos tiempos para los que critican los fichajes o la falta de ellos. Corren malos tiempos para los agoreros, para los que se empeñan en lastrar en lugar de empujar. Y soñar es posible después de ver el golazo de Soro, y estar a pocos pasos de jugar con las estrellas, de poder tocarlas, de soñar que el león nunca se rinde.
Mi sueño, mi ilusión, es volver a ver al Real Zaragoza en primera división. Cada día de partido, imagino mil formas de ganar al rival. Sueño con la victoria. Una explosión de placer sin límites.