ZARAGOZA | Siempre he sentido empatía por los desamparados y por los que no les salen las cosas por mucho que lo intentan. El portero francés de apellido venenoso no va a ser una excepción. Cuando la fortuna no quiere estar de tu parte no hay nada que hacer por mucho que se quiera encender un cigarro con su marca. Lo normal es que te ponga a toser en un bucle sin fin. La boca te sabe a alquitrán, como si este castigo divino llevase implícito chupar las distintas carreteras que llegasen a un horizonte donde te esperara la buena suerte. Y todo el mundo sabe que el horizonte es una quimera inalcanzable.
Está claro que a Poussin no le están saliendo las cosas. Sus errores han sido groseros e imposibles de esconder. La fatalidad no tiene lugar más evidente donde descansar que entre sus guantes y sus botas. Hay porteros de noche cuya imagen cinematográfica juega con el sadomasoquismo nazi, y un portero al que se le hace de noche cuando el balón se suspende en el campo de concentración en que se ha convertido defender la portería zaragocista.
Es evidente que la sombra de Cristian Álvarez es alargada. El único ángel que extermina nuestras oscuridades futbolísticas. Una de las pocas luces contra los ojos endemoniados de todos los que quieren atacar al zaragocismo. La única ceguera ajena donde poder mirar de manera limpia y cristalina. Cerrar los ojos y saberte protegido por el mejor de los guardianes. La confianza ciega en alguien da más seguridad y consistencia que cualquier método científico.
El arte de complicarse la vida es algo demasiado humano. Gaëtan Poussin en su primer partido como guardameta zaragocista en Gijón, realizó un muy buen partido en lo principal que se le pide a un portero. Realizó varias paradas de mérito y demostró seguridad bajo los palos ante los disparos a puerta efectuados por el equipo rival. Si no hubiera tomado esa terrible decisión en el último minuto del descuento, todo el mundo habría dicho que el Zaragoza había encontrado un portero de garantías cuando Cristian no pudiera jugar, y una buena posibilidad de futuro como arquero titular.
Pero la mente humana y sus muchos recovecos son caminos sinuosos e indescifrables. Su fragilidad y su potencia nacen del mismo lugar, la confianza en uno mismo ante el error. El miedo porque se repita suele conllevar el pánico de su repetición. Y no hay terror más humano que obsesionarse con los fracasos propios. Las cualidades de Poussin como un portero con buena colocación y reflejos ante los disparos de los adversarios parecen aceptables para la categoría, pero entre las virtudes de los que todos consideramos buenos jugadores, una de las principales es esconder o que no se noten sus defectos. Si la presión te afecta en los últimos minutos de un partido o no sabes gestionarla en cualquier otro momento, debes trabajar para que eso no pase y tomar decisiones sencillas, pero efectivas.
Está claro que el Real Zaragoza no puede convertirse en una unidad de terapia psicológica en cuyo refuerzo positivo se le dé el puesto de portero titular a Gaëtan Poussin. El equipo no está para experimentos y necesita de la seguridad de lo que funciona, y eso en el Zaragoza se llama Cristian Álvarez. El banquillo de los suplentes le enseñará lo que no lo hará el de los acusados. Dicho esto, la entidad no puede dar por perdida una inversión hecha el verano pasado, y que tiene un contrato de tres años por delante.
Dicen que el tiempo todo lo cura, y Poussin puede utilizar el presente y el futuro más próximo, es decir, los meses que se avecinan, en mejorar su faceta mental y saber convivir con la presión y el miedo al error. Entrenar al máximo y esperar a ser merecedor de una futura oportunidad. Ojalá se dé. Sería una muy buena señal para él y para la institución. Pero también lo sería para todos nosotros. Sabedores de las muchas cosas en las que también fallamos, y siendo algunos de estos errores de gran importancia. Y aquí seguimos, disimulando nuestra perfección.